El posible próximo testigo colaborador de la FGR participará en la causa sobre la llamada estafa maestra
Martes 3 de noviembre de 2020, p. 5
¿Qué tienen en común Pablo Salazar, Elba Esther Gordillo y Rosario Robles? Lo obvio: estos tres personajes han pisado la cárcel por malos manejos de recursos. La otra cosa es que los tres tuvieron como colaborador a un funcionario capaz y muy inteligente
llamado Emilio Zebadúa.
No quiero que se abran estas pesadas puertas con la mentira y la falsa delación disfrazada de testigo colaborador
, escribió Robles, desde la cárcel, en una carta que dio a conocer el 26 de octubre, anticipando el anuncio de que Zebadúa, su colaborador desde los tiempos en que era secretaria de Gobierno del Distrito Federal, se ha ofrecido como testigo colaborador
de la Fiscalía General de la República (FGR), en la causa relacionada con el desvío de recursos públicos a campañas electorales del PRI, ya popularmente conocida como la estafa maestra.
Como oficial mayor de la Secretaría de Desarrollo Social y de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano durante el sexenio pasado, Zebadúa era el responsable final de los recursos de ambas dependencias, de donde habrían salido 5 mil millones de pesos para alimentar los triunfos electorales del PRI.
Pasillo de aplausos para Rosario
La noche del 4 de junio de 2017, el Grupo Atlacomulco estuvo de fiesta. A Los Pinos arribaron integrantes del gabinete e invitados especiales de Enrique Peña Nieto. Una de las últimas en llegar fue Rosario Robles Berlanga. Cuando apareció en la puerta del salón, el primero en acercarse fue Miguel Ángel Osorio Chong.
El entonces secretario de Gobernación le dio un fuerte abrazo y la felicitó. Con un gesto, según relata un ex colaborador de Robles, le indicó dónde se encontraba el Presidente. El resto de los asistentes fue abriendo paso mientras acompañaba a Osorio en el reconocimiento agradecido. Un pasillo de aplausos la acompañó hasta que abrazó a Peña Nieto. Alfredo del Mazo era el nuevo gobernador del estado de México, la tierra del entonces Presidente.
–¿Cómo bajaban los recursos al PRI?
–¿Al PRI? Rosario nunca le dio un peso al PRI, no confiaba en ellos. Tenía su propia estructura electoral, ella y los suyos la operaban –dice el ex colaborador de la ahora prisionera.
Los años con la maestra
A pesar del trabajo deficiente y omiso de esta autoridad administrativa, estamos aquí
, dijo, con la certeza del que humilla al derrotado, Miguel Ángel Jiménez Godínez, al restregar a los consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE) el registro de su nuevo partido, las Redes Sociales Progresistas.
La escena ocurrió el 28 de octubre pasado, en el INE, cuando Jiménez se presentó como representante de Redes Sociales Progresistas (RSP), el nuevo partido político creado por Elba Esther Gordillo. En 2009, Jiménez dejó la dirección de la Lotería Nacional, cargo al que había sido llevado por la maestra Gordillo, en medio de acusaciones de corrupción.
Un año después, cuando la PGR lo exoneró por falta de elementos, Jiménez colaboraba estrechamente –como ahora– con Fernando González, yerno de Gordillo y hoy máximo dirigente formal de RSP. Entre sus metas de aquel 2010 estaba lograr para uno de los suyos la presidencia del Partido Nueva Alianza, entonces encabezado por el empresario y boxeador Jorge Kahwagi.
Se les atravesó en el camino la segunda hija de Gordillo, Mónica Arriola, siempre enfrentada a su hermana Maricruz Montelongo.
El candidato de González y Jiménez era un antiguo protegido de la maestra: Emilio Zebadúa, a quien ella había entregado años atrás la Fundación SNTE para la Cultura del Maestro Mexicano, que el ahora testigo colaborador
convirtió en una plataforma a su servicio (casona en Polanco y revista de lujo incluidas).
En julio de 2011, Jiménez y González –ambos habían colaborado con Zebadúa cuando éste fue consejero del Instituto Federal Electoral– intentaron nuevamente convencer a la lideresa magisterial. Un mes antes, Zebadúa había visto entrar a prisión a otro de sus jefes, el ex gobernador de Chiapas Pablo Salazar Mendiguchía (peculado y asociación delictuosa, fueron algunos de los cargos). La persecución del gobernador Juan Sabines no alcanzó a Zebadúa.
En el congreso de Nueva Alianza, los tres personajes multicitados en los párrafos de arriba estuvieron en un salón adjunto, a la espera de que, en el último minuto, Elba Esther cambiara su decisión. No lo hizo, y el nombramiento recayó en Luis Castro Obregón, quien fue repatriado desde España para hacerse cargo del partido magisterial.
De alguna forma, esa derrota marcó el destino político de Zebadúa, quien se rencontró con Robles, a quien había tratado al menos desde 1997, como secretaria de Gobierno del Distrito Federal en la administración de Cuauhtémoc Cárdenas.
Con su diploma de Harvard, Zebadúa se incorporó a un equipo de asesores que tenía la encomienda de profundizar
la reforma política del Distrito Federal. El equipo, que reportaba directamente a Robles y al subsecretario Leonel Godoy, era coordinado por Ignacio Marván.
La relación se consolidaría años más tarde, cuando Robles se hizo de la dirección nacional del Partido de la Revolución Democrática y contrató a José Ramón Zebadúa, hermano de Emilio, para manejar los dineros del partido (la historia de los 400 millones de pesos que el sol azteca adeudaba a Carlos Ahumada están en el centro de esa relación).
Además de sus talentos administrativos, Emilio y José Ramón Zebadúa tenían la ventaja de haber llegado desde arriba al gobierno de Cárdenas. Su madre, Lourdes González Jameson, fue vocera, brevemente, de la procuraduría local que encabezaba Samuel del Villar, con quien había colaborado en el programa de renovación moral
del sexenio de Miguel de la Madrid.
Su nombre, dicen los que saben, siempre figuró en los afectos de la familia Cárdenas.
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