Gabriela Rodríguez*
E
l envejecimiento poblaciónal es un proceso inevitable e irreversible, es además un indicador de mejoría en las condiciones de salud. Un declive de las tasas de mortalidad da origen a un progresivo aumento de la esperanza de vida y, por ello, un número cada vez mayor de personas llega con vida a edades avanzadas. Tener edad avanzada ha tomado una importancia crucial al identificarse como factor de comorbilidad de la pandemia, un signo que señala mayor probabilidad de gravedad y mortalidad.
Gran parte de las naciones experimentan el proceso de envejecimiento. Japón tiene una población híperenvejecida, su esperanza de vida alcanzó un máximo histórico en 2018, 26 por ciento de los hombres y 50 por ciento de las mujeres nacidas este año vivirán posiblemente hasta 90 años. Otros 45 países, la mayoría europeos, tienen poblaciones envejecidas, más de 50 por ciento son sociedades en transición (con entre 10 y 20 por ciento de población mayor de 60 años) y casi 100 naciones cuentan con poblaciones jóvenes (menos de 10 por ciento de su población en edades avanzadas). Según estimaciones del Conapo, con base en la Conciliación Demográfica y las Proyecciones de la Población, México se ubica en el segundo grupo, la transición se inició a mediados de la década los 90 y seguirá durante la mitad del siglo XXI, primero a un ritmo moderado y después en forma más rápida. El grupo de personas mayores de 60 suman hoy 14.5 millones (11.3 por ciento de la población) y en 30 años doblará su volúmen, al pasar a sumar 33.4 millones. Las entidades con mayor proporción de personas mayores son la Ciudad de México, Veracruz, Morelos, Oaxaca, Sinaloa, San Luis Potosí y Yucatán.
La esperanza de vida aumenta con el tiempo, las mujeres que este año cumplieron 60 años tiendrán esperanza de vivir 22.5 años más, los hombres, 20; las que cumplan 60 en 2050 tendrán una esperanza de 24.9 años más, 22.5 años para ellos. En virtud de la mortalidad observada por el Covid-19, en España se estimó una baja de 0.5 años en ese indicador, cuando se pase a una etapa avanzada de la pandemia en México se podrá estimar el efecto de esta medición. En 31.7 por ciento de los hogares mexicanos reside, al menos, una persona mayor, la convivencia intergeneracional y la solidaridad es un factor relacionado con la salud mental y contribuye a la capacidad de responder mejor a la enfermedad, aunque también puede representar un riesgo de contagio. En la mayoría de hogares del país no se registra violencia hacia personas mayores, pero una quinta parte de mujeres y hombres la reportan, según la encuesta (ENDIREH 2016): las mujeres mayores reportan haber vivido algún incidente de violencia emocional (15 por ciento), económica (6.3 por ciento) y sexual (0.5 por ciento); ellos reportan más violencia física y económica; en su mayoría los agresores son familiares. Una cifra poco conocida es que de los 34 millones 744 mil 818 de hogares del país, un millón 814 mil 963 son unipersonales, en los cuales 45.3 por ciento son de personas mayores:62 por ciento son mujeres que viven solas, y 38 por ciento hombres solos.
En 2020 hay 118 mujeres por cada 100 hombres, en 2050 habrá 127 mujeres, por cada 100 hombres. El rezago social y la desigualdad de género afecta de manera sustantiva a las personas mayores: sólo 22 por ciento de las mujeres y 38 por ciento de los hombres mayores cuentan con una pensión. La mayor vulnerabilidad de ellas es porque están o estuvieron fuera del trabajo formal o se desempeñaron en labores domésticas o de cuidado a personas, sin remuneración ni seguridad social. El rezago alimentario y en escolaridad se manifiesta también como prevalencia de ciertas enfermedades y riesgo más alto de mostrar complicaciones ante el Covid-19: 25 por ciento de personas mayores de 60 tiene diabetes mellitus, 42 por ciento hipertensión arterial, 36 por ciento padece obesidad, 11 por ciento fuma tabaco; salvo el tabaquismo, que lo registra 6 por ciento de las mujeres, las demás complicaciones presentan tasas más altas entre ellas: 27 por ciento sufre de diabetes mellitus, casi la mitad tiene hipertensión y 40 por ciento, obesidad. En cuando a las defunciones por el Covid-19, poco más de la mitad (53.5 por ciento) corresponde a población de 60 años o más, de las cuales 63 por ciento son hombres, un enigma que aún no cuenta con explicaciones contundentes.
La fragilidad de las condiciones de la población en edad avanzada quedó al desnudo con la pandemia, hoy es clave reconocerlas para mejorar las políticas públicas de este grupo de población creciente. Hay que anticiparnos a sus necesidades de salud, sostener la pensión universal y avanzar en el diseño de sistemas de cuidados. Fortalecer las condiciones laborales que abrió la reforma y los programas sociales, como becas para jóvenes, las nuevas estrategias para el desarrollo económico de jóvenes y adultos en medios urbanos y rurales. Cobra mayor valor la estrategia para prevenir embarazos de adolescentes, y los nacimientos no planeados en personas en edad económicamente activa, con la finalidad de favorecer el acceso a más altos niveles educativos, mejor preparación para la inserción al mercado laboral y la formación de las familias. La inversión en la población joven y adulta, hoy mayoritaria, puede redundar en mejores condiciones de vida en el presente, y especialmente para cuando alcancen edades avanzadas.
* Secretaria general del Conapo.
Twitter: Gabrielarodr108
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