Horizonte ciudadano
Rosa Esther Beltrán Enríquez
Junio 2 de 2020
Si de la pandemia Covid-19 se ha dicho que es un hecho sin precedentes, que podría ser el fin del sistema capitalista, así desde hace varios años los conflictos internacionales y nacionales de los Estados Unidos se han agudizado, pero lo que ahora vive el vecino país es inédito, un hito en la historia reciente de esa nación de ensueño para el mundo, ahora la cloaca se desborda. Vivimos en el mundo de los colapsos.
En la historia humana se tiene registro de al menos 10 imperios que han colapsado, en los que su hegemonía se ha hundido. ¿Estarán los Estados Unidos ante esta coyuntura radical de pérdida de poder? Parece que Donal Trump está empeñado en arrastrar al pueblo hacia una guerra civil.
Nadie esperaba esta situación de disturbios multitudinarios en las principales ciudades de los EE UU; el asesinato con violencia extrema de un afroamericano por parte de un policía de Minneapolis podría haber pasado como algo común, un hecho trivial, más fue la chispa que prendió la hoguera, dada la crueldad de esa acción, la protesta social ha sido inusitada y a ello agregue, en plena precampaña electoral de Trump por un segundo mandato.
La magnitud de las protestas masivas presentan la situación casi fuera de control; José Miguel Vivanco, director para América de Human Rights Watch, estima que la condición de la protesta social empeora día con día y que el único factor que podría disminuirla es un posible incremento en casos de contagios de coronavirus, lo cual parece tan criminal como la detención y represión de las manifestaciones populares, porque al gobierno le convendría que fuera la pandemia la que detuviera la protesta y no el ejército.
Las principales ciudades de los Estados Unidos han sido ocupadas por la Guardia Nacional que se extiende como en estado de guerra, con armas largas, autos blindados, camuflajes, una protesta social que estaba latente, aletargada ante la violencia policial inmune e impune, el racismo y la discriminación, la población afroamericana, migrante y en pobreza llegó al límite.
Las posturas y reacciones del presidente norteamericano son de amenazas, represión, mano dura, en lugar de conciliar, llamar a la unidad nacional como sus antecesores, comprometerse a hacer reformas para revisar las reglas legales de la policía, solidarizarse con los que han sido violentados en sus derechos u objeto de abusos y arrestos arbitrarios, Trump pelea con los gobernadores de la Unión Americana, los llama idiotas, les dice deben ser duros, él arroja más leña al fuego y estigmatiza a quienes protestan.
Las manifestaciones son pacíficas y representan un sentir de cansancio, de agotamiento por la falta de respuesta por parte del presidente a las demandas sociales y económicas de la población ya que 1 de cada 4 norteamericanos están desempleados, situación que incrementa la pandemia.
Trump acusa de terroristas a organizaciones que apoyan las protestas, así pretende dar la imagen de fuerza, su discurso demagógico twittero va dirigido a la base radical que apoya su gobierno.
La retórica trompista polariza a la población, genera más violencia, cierra la posibilidad de diálogo sin dar lugar a posturas razonables mediante las cuales implementar las reformas necesarias para generar mejores condiciones de vida para las numerosas familias en pobreza.
En realidad, detrás del discurso trompita está el racismo. Las reglas detrás de las cuales actúan los policías sin cuestionarse, encubriéndose y justificando aún las conductas más deleznables como los tratos con exceso de violencia hacia afroamericanos y migrantes es lo común.
Las manifestaciones multitudinarias siguen y hacen evidente la necesidad de leyes transparentes en los cuerpos policiacos. El imperio se derrumba.
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