Homero Campa
A las 5:30 de la tarde del 5 de agosto pasado, Marco Antonio Karam y Tito Vasconcelos, coordinadores de la visita del Dalai Lama a México, llegaron a Los Pinos. César Nava, secretario particular del presidente Felipe Calderón, los había citado. Los recibió en su oficina ubicada en la Casa Miguel Alemán. Luego de saludarlos con amabilidad les soltó:
–Me da mucha pena comunicarles que el presidente Felipe Calderón no recibirá al Dalai Lama. Hay muchos asuntos de Estado importantes con China y el gobierno de este país le pidió al presidente que no lo reciba… Son demasiadas las presiones y el presidente ha tomado esta decisión.
“Así nos lo dijo Nava literalmente –sostiene Karam, presidente de Casa Tíbet de México–. Es claro que el gobierno de Calderón sucumbió a la presiones de China”.
Desde el pasado 13 de febrero Karam solicitó a Nava la reunión del líder religioso tibetano con Calderón. El 5 de junio, en Los Pinos, reiteró la solicitud. En ambas ocasiones, Nava “nos expresó la voluntad del presidente mexicano para recibirlo”.
Karam estaba confiado, pues en octubre de 2004 –recién concluida la segunda visita del Dalai Lama a México– Calderón criticó públicamente a Vicente Fox por no haberlo recibido y por someterse a las presiones del gobierno chino.
“Tengo la convicción de que México no debe permitir condicionar su política a los dictados o caprichos de un país por poderoso que sea; trátese de China o de Estados Unidos. México debe determinar con absoluta autonomía con quién se reúne y con quién no (…) Si el Dalai Lama quiere entrevistarse con el presidente de la República no veo por qué no pueda darse esa reunión”, declaró Calderón el 24 de octubre del 2004 durante una gira por el estado de Guanajuato. En esos días, el panista ya había renunciado a la Secretaría de Energía y hacía campaña como precandidato de su partido a la Presidencia.
Ahora, ya como presidente, Calderón traicionaba su “convicción”; sin embargo, un hecho lo salvó de que su incongruencia fuera exhibida públicamente: el Dalai Lama canceló su viaje a México debido a una “crisis de salud”, según informó su oficina el miércoles 27.
“Alianza estratégica”
El presidente, asegura Karam, cambió su posición respecto del Dalai Lama durante la visita de Estado que realizó a China del 10 al 12 de julio pasado. En ese país Calderón atestiguó la firma de seis acuerdos económicos:
Un Acuerdo para la Promoción y Protección Recíproca de Inversiones; un Protocolo sobre la Inspección Sanitaria para la Impor-tación y Exportación de Carne de Cerdo; dos acuerdos de cooperación en asistencia social; un Acuerdo de Extradición y el Acta de la Tercera Reunión de la Comisión Binacional Permanente, que relanzó el meca-nismo de diálogo político a alto nivel y la cooperación bilateral.
Además, Calderón fue recibido por las más importantes autoridades de ese país: el primer ministro Wen Jiabao, el presidente de la Asamblea Popular Nacional, Wu Bangguo, y el presidente de la República, Hu Jintao. Este último lo recibió con honores en el Palacio del Pueblo y entre ambos mandatarios hubo “consenso” sobre los temas bilaterales y compromisos para trabajar de manera conjunta en los foros multilaterales.
Ufano, Calderón declaró que en su visita a China había logrado afianzar un acuerdo: México sería el aliado estratégico de China en América Latina, y China sería el aliado estratégico de México en Asia.
Para que no quedaran dudas acerca de los compromisos políticos asumidos por Calderón, ambos gobiernos suscribieron un comunicado conjunto –clasificado con el número CHCS-144–, cuyo punto 4 establece: “El presidente de México (…) ratificó la posición del gobierno de México en el sentido de que el Tíbet forma parte inalie-nable del territorio chino, por lo que asuntos concernientes a dicha región autónoma constituyen un asunto interno de China”.
El comunicado no hace ninguna alusión a los derechos humanos. Calderón “olvidó” que este es uno de los compromisos de su gobierno en política exterior, señala Karam, y refiere que desde marzo pasado –cuando estalló una revuelta en Lhassa, la capital tibetana– “se han realizado más de 120 manifestaciones en 59 condados del Tíbet y de otras provincias, y existen más de 4 mil presos políticos, mil desaparecidos y 300 muertos confirmados”.
Principios contra intereses
Tres semanas después de que la comitiva presidencial regresó a México, Nava comunicó a Karam que Calderón no recibiría al Dalai Lama.
Como en cascada, otras instituciones gubernamentales empezaron a desdeñar la visita del Dalai Lama. Casa Tíbet de México empezó a reducir el programa que había diseñado para tal fin.
Karam enumera: una conferencia ma-gistral sobre civismo para 2 mil niños, “acordada con la Secretaría de Educación Pública, la tuvimos que cancelar porque nuestro interlocutor en la SEP, Roberto Lomelí, se-cretario particular de Josefina Vázquez Mota, nos dejó de contestar las llamadas”; una conferencia en la Universidad Autónoma Metropolitana, solicitada por escrito por el rector José Lema, fue cancelada el pasado 25 de agosto, con el “argumento” de que el sindicato de esa universidad se oponía al evento. Las secretarías de Relaciones Exteriores y de Gobernación –esta última encargada de los asuntos religiosos– “simplemente no respondieron a nuestras solicitudes”.
Y añade: “Habíamos solicitado que Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del Distrito Federal, recibiera al Dalai Lama, tal como lo hizo en 2004 su antecesor Andrés Manuel López Obrador, quien lo declaró huésped distinguido. Pero, de manera sorprendente, dejamos de tener comunicación con los interlocutores de Ebrard, Óscar Argüelles y Yessica Miranda”, coordinador general de Relaciones Institucionales y directora general de Comunicación Social, respectivamente.
Durante la última semana de julio, el panista Santiago Creel, presidente del Senado, propuso a la Junta de Coordinación Política que una comisión plural de legisladores recibiera al Dalai Lama en el salón Colosio y que el líder religioso pudiera ofrecer un mensaje en tribuna, así como depositar una ofrenda floral a los pies de la estatua de Belisario Domínguez. Pero los legisladores del PRI y del PAN –que ya habían acordado informalmente dicha recepción– se echaron para atrás.
Al final, sólo algunos senadores manifestaron su intención de asistir a una conferencia del Dalai Lama organizada por la UNAM y por Casa Tíbet, que se tenía prevista para el 8 de septiembre en el Palacio de Minería. Los legisladores acudirían “a título indivi-dual” y no en representación del Senado.
“Calderón –afirma Karam– se comunicó con los líderes de las fracciones parlamentarias en el Senado para que se abstuvieran de recibir al Dalai Lama. Y funcionarios de la Secretaría de Relaciones Exteriores y de la embajada de China en México también cabildearon con los senadores para evitar un encuentro institucional con el líder tibetano”.
–¿Cómo sabe eso?
–Me lo contaron los propios senadores y no tengo por qué dudar de su palabra.
Y señala: “Durante la visita del Dalai Lama a México en 2004, Fox decidió no recibirlo, pero no cabildeó para que otras instancias de gobierno y otros poderes del Estado recha-zaran reunirse con él. Calderón sí lo hizo, lo cual me parece triste y vergonzoso”.
De hecho, el cabildeo del gobierno de Calderón con los senadores inició el pasado 13 de julio, durante el vuelo que la comitiva presidencial realizó de regreso a México procedente de China. En el avión, la canciller Patricia Espinosa se acercó a platicar con varios legisladores que acompañaron al presidente, entre ellos Arturo Escobar, del PVEM, José González Morfín, del PAN, y Carlos Jiménez Macías, del PRI.
De acuerdo con uno de los miembros de la comitiva presidencial que viajó a China, Espinosa subrayó a los legisladores la importancia de los acuerdos logrados con China y enfatizó la deferencia dispensada por las más importantes autoridades de ese país: recibieron al presidente mexicano cuando estaban concentradas en la organización de los Juegos Olímpicos. Tal “distinción”, dijo, no fue otorgada a otros mandatarios que también habían solicitado visitar China después de la Cumbre del Grupo de los Ocho, realizada del 7 al 9 de julio en Japón. Les sugirió que “en aras de la reciprocidad” y para no poner en riesgo los acuerdos alcanzados con ese país, el Senado no recibiera al Dalai Lama.
–Aquí se plantea una cuestión de principios contra intereses económicos y políticos, ¿Qué debe pesar más en función del bien de México? –se le pregunta a Karam.
–La integridad moral y ética de un país es mucho más importante que cualquier beneficio económico. Cuando un país pierde su integridad moral ¿de qué sirve que tenga intereses económicos?
Proceso 31/08/2008
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