Luis Hernández Navarro
Febrero 8 de 2022
Se llama Francisco González Gómez, pero muchos lo conocen como Chema, su nombre de batalla. Es ingeniero-arquitecto, pero ha dado clases y escrito varios libros de historia. Quizás de esta curiosa mezcla de profesiones le viene la manía, viva durante más de seis décadas, de construir organizaciones políticas de izquierda y formar cuadros. Conserva, hermosamente encuadernada, una inigualable colección de Pekín Informa. A sus casi 81 años, es uno de las protagonistas centrales del archipiélago maoísta mexicano.
Creció en un cuarto redondo de 4×4 y tres metros de alto, en una vecindad en Belisario Domínguez 42, en el Centro de la Ciudad de México. Luego vivió en una casa en los límites de la Guerrero y la Peralvillo. Su padre fue un afamado sastre que cosió los uniformes de la orquesta de Luis Arcaraz. Chema entregaba la ropa en los domicilios de los clientes.
Francisco estudió en el Colegio Cervantes, fundado por refugiados españoles, donde se sintió siempre incómodo, entre otras cosas, porque sus compañeros se burlaban de él por comer el arroz con cuchara. Cursó el bachillerato en la Vocacional 1 del Politécnico.
Gracias al libro de historia de México de Alfonso Toro, que guarda como una reliquia, aprendió a odiar a los gringos y rechazar a Maximiliano. En Siempre! se volvió asiduo de Renato Leduc y José Alvarado. Sus maestros masones y lombardistas dejaron huella en su visión del mundo. Conoció el marxismo a través de un manual soviético de materialismo dialéctico. Se volvió primero juarista y después de izquierda.
En la voca se hizo amigo de Fermín, hijo de José Revueltas. Oye, ¿por qué no conoces a mi papá?, le dijo su compañero. Fue a verlo. Pepe era una personalidad impresionante. Respondía nuestra ignorancia, dice Chema. En la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura formó un círculo de estudios marxistas. Conoció a Jaime Labastida, Eduardo Lizalde y a Enrique González Rojo e ingresó, 20 días después de fundada, a la Liga Leninista Espartaco (LLE). Un año después se integró a su dirección. Fue, junto a Virginia Gómez Cuevas, corrector de planas y galeras del Ensayo sobre un proletariado sin cabeza.
Como González Rojo, se acercó al maoísmo, por la posición revolucionaria del Partido Comunista Chino. Compraba la propaganda de Pekín en la librería de un comunista español, en la calle del Carmen y Justo Sierra, y con la doctora Chapa, en la calle de Dakota. Cuando Revueltas escribió –sin consultarlo dentro de la liga– tres artículos en El Día tomando posición en favor de la Unión Soviética y la coexistencia pacífica, Pancho insistió en que debía debatirse. Entonces Pepe, viendo que se venía la escisión, pidió licencia. Lo único que queríamos era discutir, recuerda.
En 1964, lo que quedó de la LLE se fusionó a otras organizaciones, para dar vida a la Liga Comunista Espartaco (LCE). Francisco fue parte de su dirección. Leyó mucho sobre la revolución cubana. Fue responsable de la publicación de El Militante y del trato con fuerzas revolucionarias, incluyendo convencer al líder ferrocarrilero Demetrio Vallejo de ser candidato independiente a diputado. El movimiento estudiantil-popular de 1968 terminó pasándole por encima a su organización y metiéndola en una crisis terminal. Se disolvió en 1971.
Chema siguió entonces militando en la seccional Ho Chi-Minh y haciendo trabajo con campesinos, hasta que sus dirigentes Vicente Estrada (https://bit.ly/3ouQuXU) y Teresa Franco (https://bit.ly/3GvdVpW), entre otros, cayeron presos por su cercanía con Lucio Cabañas. Cuando Mao Tse-Tung murió, junto a Antonio Martínez y Miguel Ángel Cuéllar, impulsó en el CCH Oriente, donde daban clases, una ceremonia en homenaje al dirigente chino.
Dentro de la Ho, Francisco promovió la necesidad de ligarse y formar grupos obreros y movimientos populares, en contraposición a quienes privilegiaban el reclutamiento individual de los trabajadores y campesinos más politizados. Organizó la lucha de los trabajadores del Instituto Mexicano de Rehabilitación y condujo a alumnos y colegas a ligarse a las luchas obreras y campesinas (desde Huamuxtitlán y Huehuetla hasta el FAT).
Su trabajo fue fundamental en el acercamiento de la O con Política Popular-Línea de Masas, que desembocó en la fundación, en 1982, de la Organización de Izquierda Revolucionaria-Línea de Masas (OIR-LM), de la que también sería líder (https://bit.ly/3GDCxNC). No pocos documentos de esta organización fueron redactados por él y otros compañeros.
Con maestros del CCH editó libros que formaron a decenas de generaciones de estudiantes de ese sistema escolar. Entre otras antologías destacan: De Espartaco al Che y de Nerón a Nixon; De la prehistoria a la historia; Del árbol de la Noche Triste al Cerro de las Campanas; Cien años de lucha de clases en México: 1876-1976, y De Cuauhtémoc a Juárez y de Cortés a Maximiliano. Es autor de una decena de volúmenes sobre temas históricos y análisis del neoliberalismo. Como otros maoístas, Pancho militó en el Partido de Trabajo (PT), el Partido de la Revolución Democrática y, hoy, en Morena. Ha sido asambleísta en la Ciudad de México y funcionario público (director general de Servicios Urbanos y de la Central de Abastos). De estos cargos salió con la frente en alto. En 1997, fue candidato del PT al gobierno de la Ciudad de México, pero declinó con orgullo en favor de Cuauhtémoc Cárdenas, sin pedir nada a cambio.
Este febrero de celebraron 40 años de la fundación de la OIR-LM. Aunque es creación colectiva, la labor del camarada Pancho Chema, quien se sigue reivindicando maoísta a sus 81 años, fue central en su construcción y en su actuar.
Twitter: @lhan55
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