Ricardo Ravelo
En pleno despliegue del Ejército por todo el país, continúan las matanzas entre narcotraficantes. La ambición y el poder de los hermanos Beltrán Leyva los llevó a confrontarse con El Chapo Guzmán y sus aliados, así como a desatar una cacería de altos mandos policiacos. Y aunque esto los coloca entre dos fuegos, los Beltrán están en la cumbre de su poder y tienen infiltradas a las corporaciones policiacas, como lo demuestra el asesinato del coordinador de la PFP, Édgar Millán Gómez, crimen que puso de cabeza al gobierno de Felipe Calderón.
Se mueven entre Querétaro, Morelos, Guerrero, Sonora, Sinaloa y el Distrito Federal, donde disponen de casas de seguridad y de un nutrido ejército de gatilleros para eliminar a los rivales que se interponen en sus fines criminales; tienen amplias relaciones en la esfera del poder político, se infiltraron en las corporaciones policiacas, y hasta diciembre de 2007 eran considerados como la segunda célula más poderosa del cártel de Sinaloa, cuyo liderazgo oficialmente se le reconoce a Ismael Zambada García, El Mayo.
Se trata de los hermanos Beltrán Leyva: Marcos Arturo, El Barbas; Héctor Alfredo, El H o El Mochomo (preso en el penal federal de Puente Grande, Jalisco, desde enero pasado); Mario Alberto, El General, y Carlos. Todos ellos se iniciaron en el negocio del narcotráfico a finales de los ochenta bajo la tutela del llamado “jefe de jefes”, Miguel Ángel Félix Gallardo, detenido en abril de 1989.
Sin embargo, ahora los Beltrán Leyva están en conflicto con quien fuera su socio y amigo: Joaquín Guzmán Loera. En los círculos policiacos la ruptura se considera como un hecho y se atribuye a que los Beltrán quisieron independizarse y formar su propio cártel.
Después de mantenerse impunes por más de dos décadas, son ahora los capos más perseguidos por el gobierno mexicano tras los múltiples atentados perpetrados contra altos mandos policiacos federales.
Aunque en lo que va del sexenio han sido ejecutados poco más de 450 jefes tanto de la Policía Federal como de las corporaciones estatales, el caso que más sacudió al gobierno de Felipe Calderón, por el nivel de infiltración y poder que mostraron los Beltrán Leyva, fue el asesinato de Édgar Millán Gómez, coordinador de Seguridad Regional de la Policía Federal Preventiva (PFP) y quien encabezaba los operativos contra los cárteles del Golfo y de Sinaloa.
De acuerdo con la investigación que lleva a cabo la PGR –después de arrebatarle apresuradamente el caso a la procuraduría capitalina al ejercer su facultad de atracción, horas después del asesinato–, todo indica que la ejecución de Millán Gómez fue producto de una traición perpetrada desde el interior de la propia Secretaría de Seguridad Pública, dirigida por Genaro García Luna.
No se sabe, hasta ahora, si Millán Gómez tuvo arreglos con los Beltrán Leyva y no pudo cumplirlos; lo cierto es que la planeación del crimen se le atribuye al agente federal José Antonio Martín Montes Garfias, quien era cercano colaborador y amigo de Millán Gómez.
Datos de la averiguación previa AP/PGR/DDF/SZC/CAM/1333/08 indican que Montes Garfias, quien conocía todos los movimientos de Millán, “dirigió la adquisición de vehículos, armas y radios” en el Distrito Federal para la ejecución del crimen. Con base en este plan, el jueves 8 el sicario Alejandro Ramírez Báez (asesino a sueldo con antecedentes de robo de vehículos) acribilló a Millán Gómez en la casa de los padres de éste, adonde el jefe policiaco había llegado con dos escoltas –Leobardo Plata Hernández y Daniel Vega Hernández–, que nada pudieron hacer para impedir el asesinato.
Detalles de la investigación y otros datos aportados a Proceso por agentes que conocieron a Millán permiten establecer que el ataque al coordinador de Seguridad Regional se planeó a principios de año.
Según las fuentes consultadas, Montes Garfias –que entre sus amigos se hacía llamar El Señor– fue enviado por Millán Gómez a la plaza de Culiacán, Sinaloa, en febrero pasado. En esa entidad, asiento del cártel de Sinaloa, trabó relación con los Beltrán Leyva, quienes un mes antes, en enero, sufrieron una fuerte acometida con la detención de Alfredo Beltrán, El Mochomo, presuntamente entregado por El Chapo Guzmán a las autoridades.
Meses después, Montes Garfias solicitó permiso (una licencia médica que le permitió ausentarse del trabajo) y luego reapareció en las oficinas centrales de la PFP al lado de su amigo Millán Gómez. Antes, en octubre de 2007, estuvo comisionado en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en donde brindaba protección a los cargamentos de droga.
Un día antes de ser ejecutado de ocho balazos, Édgar Eusebio Millán había coordinado un operativo en el estado de Morelos. En esa cacería de narcos estuvo a punto de ser detenido Arturo, el mayor de los hermanos Beltrán Leyva. La persecución inició en Cuernavaca, cuando la policía federal detectó un vehículo sospechoso y lo siguió. En la población de Xoxocotla los agentes se enfrentaron a balazos con los escoltas de Beltrán.
De acuerdo con la investigación, esta refriega fue el detonante para ejecutar a Millán Gómez, pues Arturo Beltrán echó a andar el plan fraguado meses atrás mediante su contacto, Montes Garfias. Este agente se había dado a la tarea de abrir el casillero de Millán Gómez, de donde sustrajo un juego de llaves de la casa de los padres de Millán; después sacó a éstas un par de duplicados y le entregó uno –según la Secretaría de Seguridad Pública– al sicario Ramírez Báez.
Las pesquisas revelan que los Beltrán Leyva pagaron 5 millones de pesos a Montes Garfias por el asesinato del coordinador regional de la PFP, quien a su vez entregó a Ramírez Báez 40 mil pesos y tres onzas (75 gramos) de cocaína.
Gerardo Garay, coordinador de la División Antidrogas de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), confirmó el martes 13 que Montes Garfias, quien ingresó a la Policía Federal de Caminos en 1994, mantenía un estrecho vínculo con capos del cártel de Sinaloa y “tiene relación con los hermanos Beltrán Leyva”.
Garay dio a conocer otros detalles del vínculo de Montes Garfias con el cártel de Sinaloa: “Hay líneas de investigación que nos refieren trasiego (de drogas) en el Aeropuerto” (Internacional de la Ciudad de México), presuntamente bajo la protección de Montes y otros agentes que, como confirmó Proceso, también estaban “en la lista negra” de los Beltrán –y de Montes Garfias– y cuyos nombres hasta ahora se mantienen bajo reserva.
Las pesquisas de la SSP y la PGR señalan que Montes Garfias y el sicario Ramírez Báez no actuaron solos: para asesinar a Millán Gómez se aliaron con Juana Virginia González Chicuéllar, La Vicky; María Teresa Villanueva, y Jorge Ortega Gallegos. Este último tenía 96 teléfonos celulares registrados a su nombre, los cuales “arrendaba sin registro y sólo los mantenía activos un mes”.
Según Gerardo Garay, el agente federal Montes Garfias presuntamente también está relacionado con el asesinato de Roberto Velasco Bravo, otro agente federal ejecutado el 1 de mayo en la delegación Miguel Hidalgo de la Ciudad de México.
Estirpe de narcos
En los días posteriores a su fuga del penal de Puente Grande, Jalisco, ocurrida el 19 de enero de 2001, Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, fue arropado por dos grupos con los que poco tiempo después crearía el llamado cártel de Sinaloa: los hermanos Beltrán Leyva e Ismael El Mayo Zambada, poderoso empresario lechero.
Los Beltrán Leyva eran viejos conocidos suyos, pues junto con Héctor Palma Salazar, El Güero, se habían formado al lado de Miguel Ángel Félix Gallardo y Miguel Ángel Caro Quintero, así como a la sombra de José Ramón y Diego Laija Serrano. A partir de 1991, se ligaron con Rafael Aguilar Guajardo, jefe del cártel de Juárez. Tras la muerte de éste, los protegió Amado Carrillo Fuentes.
Tras la fuga de Guzmán Loera, el apoyo de los Beltrán Leyva fue significativo para los planes de expansión del cártel de Sinaloa: lograron que la organización se posicionara en 11 estados y le declararan la guerra a Osiel Cárdenas junto con su cerco protector, Los Zetas.
En la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/021/2005, así como las causas penales 82/2001 y 125/2001, se dan a conocer detalles del poder que representan los Beltrán Leyva en el mundo del narcotráfico. Se afirma, por ejemplo, que dirigen operaciones de transportes de droga, lavado de dinero, compra de protección (al estilo de Félix Gallardo y Amado Carrillo) y reclutamiento de sicarios.
Con amplias relaciones en el gobierno y en las policías federales, los Beltrán tienen un radio de acción en una veintena de estados, entre los que destacan Sonora, Sinaloa, Guerrero, Chiapas, Querétaro, Jalisco, Quintana Roo, Tamaulipas, Nuevo León y el Estado de México.
Las investigaciones de la PGR señalan que los Beltrán son originarios de Temeaca, municipio de Badiraguato, Sinaloa, y proceden de un clan familiar cuyas actividades de siembra y tráfico de goma de opio se remontan a más de medio siglo.
Marcelo Peña, cuñado de Joaquín Guzmán Loera y quien se convirtió en testigo protegido con la clave Julio, declaró ante la PGR que la antigüedad de los Beltrán Leyva en el negocio de las drogas era tal que Arturo (el mayor de los hermanos) fue quien inició en el narcotráfico a El Chapo, quien tiene poco más de 20 años de historia delictiva.
El testigo reveló un dato nuevo en su declaración del 27 de junio de 2001: “Arturo Beltrán Leyva es primo lejano de El Chapo… Sé que esta persona (Arturo) es muy ostentosa y tiene una casa en Acapulco, porque El Chapo me mandó una vez a visitarlo, citándome en su casa que tiene en el fraccionamiento Las Brisas de Acapulco”.
Entre el cártel de Sinaloa hay otras líneas de parentesco como también afirma el testigo Julio, un hijo de Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, está casado con una sobrina de los Beltrán, según declaró a la PGR Albino Quintero Meraz. Este último dijo ser compadre de Arturo Beltrán Leyva, a quien solía ver frecuentemente en Querétaro, uno de sus refugios.
Alianza rota
En julio de 1993 Guzmán Loera fue detenido en Guatemala, traído a México y encarcelado en el penal de Almoloya de Juárez. Pese a ello, su poder no se debilitó: en 1995 fue trasladado al penal federal de Puente Grande, Jalisco, donde siempre estuvo apoyado económicamente por Arturo Beltrán Leyva. Arturo Guzmán, El Pollo –hermano de Joaquín y quien posteriormente fue asesinado en el penal La Palma, presuntamente por órdenes de Osiel Cárdenas– era el contacto con los Beltrán.
De acuerdo con declaraciones del testigo protegido César, a mediados del año 2000 El Chapo necesitaba dinero. Le urgía cubrir la nómina interna del penal de Puente Grande y pagar otros favores, por lo que le pidió a su cuñado Marcelo Peña que localizara a Arturo Beltrán en Acapulco.
Tan pronto como pudo, Peña localizó a El Barbas, quien lo citó en un McDonald’s ubicado en la costera Miguel Alemán de Acapulco, donde los Beltrán ya se habían afincado.
Beltrán Leyva entró al restaurante, saludó al enviado de El Chapo, le entregó un maletín de dinero y se despidió dándole una palmada en el hombro.
Este gesto de Arturo Beltrán muestra qué tan estrecha era su relación con Guzmán Loera, la cual actualmente está rota debido a que los hermanos Beltrán pretendieron independizarse del cártel de Sinaloa, pues querían afincarse en la plaza de Torreón y Gómez Palacio, Durango (en la llamada Comarca Lagunera). Otra versión es que no querían seguir bajo el liderazgo de Guzmán, quien ya no les inspiraba confianza.
Lo cierto es que El Chapo Guzmán, Juan José El Azul Esparragoza Moreno, Ismael Zambada e Ignacio Nacho Coronel –todos miembros del cártel de Sinaloa– declararon la guerra a los hermanos Beltrán desde diciembre de 2007.
Como consecuencia de la ruptura, en enero de 2008 fue detenido Alfredo Beltrán, El Mochomo; meses atrás fue aprehendida Sandra Ávila Beltrán, La Reina del Pacífico. Los Beltrán, por su parte, no se quedaron con los brazos cruzados: el 11 de mayo de este año tomaron parte en un tiroteo desatado en Culiacán, Sinaloa, a raíz del cual fueron asesinados Édgar Guzmán Beltrán, hijo de El Chapo Guzmán, y Arturo Meza Cázares, hijo de Margarita Cázares Salazar, La Emperatriz, presunta operadora financiera de El Mayo Zambada.
Tales hechos, según la SSP y la PGR, son consecuencia de la guerra que libran los hermanos Beltrán con Guzmán Loera.
La guerra entre esas bandas y la creciente ola de violencia asociada obligó al presidente Felipe Calderón a reaccionar. Después de lanzar un “ya basta”, ordenó poner en marcha el Operativo Conjunto Sinaloa. En respuesta, un comando armado, presuntamente del cártel de Sinaloa, atacó la comandancia de la Policía Ministerial en Guamúchil con armas de grueso calibre y dos granadas.
De acuerdo con Eduardo Buscaglia, investigador del Instituto Tecnológico Autónomo de México y experto en temas de seguridad, mientras el presidente Felipe Calderón continúe atacando al narcotráfico por la vía de la fuerza, la respuesta de los cárteles será más agresiva, pues no se ataca el lavado de dinero ni el flujo financiero que alimenta a los cárteles.
Y lo peor que puede ocurrir en esta etapa de agitación, dice el investigador, es que el narco y todas sus células se reposicionen en todo el país, pues gran parte de la República Mexicana está contaminada por una especie de “feudalización” del narcotráfico. El problema es que los grupos sociales beneficiados por el narco protegen sus intereses, en tanto crece el descrédito del gobierno federal por sus yerros, desatinos y complicidades.
Proceso19/05/2008
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