León Bendesky
L
a pelea será larga, está apenas en los primeros rounds. Donald Trump enfrenta a una buena parte de la prensa de Estados Unidos en una de las broncas más relevantes que ha abierto su gobierno.
Es lo que tanto le gusta al presidente, contraponerse con diversos enemigos para destacar, primero él mismo, su persona, su máscara y, luego, sus políticas dentro y fuera de su país.
El mandatario afirma que los medios, excepto notablemente Fox News, la poderosa cadena de Rupert Murdoch, atacan las posturas conservadoras que promueve y se coluden contra su gobierno.
Es un claro revire a la acusación que lo persigue desde el comienzo de su administración, es decir, sus tratos con el gobierno ruso y la posible interferencia en el resultado de las elecciones que lo llevaron a la presidencia.
La posible colusión está bajo investigación; como lo está la injerencia rusa en la política estadunidense desde el verano de 2016 antes de las campañas electorales.
Luego de las fricciones de Trump con la FBI y el despido de su director, el Departamento de Justicia nombró a Robert Muller fiscal especial en mayo de 2017 para investigar el asunto de los rusos.
Este caso ha sido seguido por la prensa muy de cerca, como muchos otros asuntos en la disputa con Trump. La pelea devuelve a la mesa el papel del llamado cuarto poder.
Desde la Edad Media en Europa la sociedad se dividía en tres estamentos: el clero, la nobleza y el resto de la sociedad. Esta conformación se extendió en Francia hasta la Revolución de 1789 y en Rusia hasta 1917.
El concepto del cuarto poder lo introdujo Edmund Burke en Gran Bretaña en 1787 cuando se refirió en la Cámara de los Comunes a aquellos tres poderes, pero señaló la influencia cada vez mayor de la prensa sobre ellos.
La relevancia del cuarto poder se muestra en las críticas de los medios impresos, la televisión y los que se publican en Internet. Se manifestó abiertamente cuando The Boston Globe llamó a los periódicos de todo el país a publicar el pasado 16 de agosto editoriales para denunciar la
guerra sucia en contra de la prensa libre, que libra Trump.
El llamado del Globe a los consejos editoriales de los medios pedía una expresión firme e independiente de las inclinaciones políticas de cada uno, frente a lo que Trump llama machaconamente como fake news y el señalamiento de los periodistas como un peligro para la nación.
En su editorial apuntó que
un pilar central de la política del presidente Trump es el asalto sostenido sobre la prensa libre. Más de 350 periódicos, incluso en las regiones con preferencia popular por el presidente estadunidense, publicaron editoriales en favor de la libertad de expresión.
La noción de las
noticias falsasse ha extendido como reguero por todos los medios, como ha sucedido en Google o Facebook, y de una manera deliberada y perniciosa.
El enfrentamiento ha tenido eco entre los partidarios más radicales de Trump, quienes creen en Q, que marcharon violentamente en Charlottesville hace un año, alentando el odio racial y religioso.
Luego de la publicación al unísono en los medios, el Globe recibió una amenaza de bomba en sus instalaciones y se han incrementado los ataques, verbales por ahora, contra los periodistas.
La disputa se refiere a uno de los principales derechos constitucionales en ese país, arraigado social y políticamente. La Primera Enmienda garantiza las libertades concernientes a la religión, la expresión, la reunión y la petición al Estado para que rectifique sus decisiones. El gobierno no puede limitar la libertad de expresión y de la prensa.
La capacidad del mandatario para sostener su pelea con los medios depende de la postura de los legisladores republicanos que hasta ahora lo han apoyado sin cortapisa y de las elecciones de medio periodo del próximo 6 de noviembre.
La relación entre el gobierno y la prensa, así como las libertades de expresión y manifestación se ponen de nuevo en el centro de la vida política definida como democrática.
El trabajo de la prensa, sus formas de propiedad, las alianzas que acuerda, las relaciones con el poder son muy complejas; abarcan a instituciones, las personas que dirigen y escriben. Es un asunto que exige de quien lee una actitud crítica.
Anatoly Sobchak, el primer alcalde de San Petersburgo electo democráticamente en 1991 y mentor de Vladimir Putin, solía decir que el Consejo de esa ciudad estaba atascado en los
procedimientos democráticos como un mero procedimiento democrático.
Esta postura cínica que lo hizo un jefazo más que un líder, es una buena llamada de atención.
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