En la capital de Durango la presencia del narco se respira, sus ejecuciones salpican, su cultura contagia
Grupo Reforma
Durango (9 de junio de 2008).- Los vientos del narco bajaron de la sierra y ahora soplan en la ciudad.
De la leyenda urbana de que el "Chapo" se pasea en moto por el centro histórico, pasaron al hallazgo de cabezas humanas en hieleras frente al minisúper con letreros de "¡Ya llegamos!" y "Para los amigos del 'Chapo'".
En la capital de Durango la presencia del narco se respira, sus ejecuciones salpican, su cultura contagia; los taxis dan el menú y las tarifas de la droga; las maquiladoras no presumen el ISO 9000, sino la "Certificación de Empresas Libres de Adicciones".
La imagen de Jesús Malverde está al frente, al lado del Niño Dios, en el escaparate de la tienda de artículos religiosos.
Y ante la evidencia de estar compartiendo el restaurante con un narcotraficante, no hay reclamo sino silencio.
Porque sus caminos ya no están sólo en la sierra duranguense, tercera productora de amapola en el país y séptima en mariguana --según la última estadística de PGR--, ahora se cruzan y están hasta en la sopa.
En el restaurante "Mar y Tierra El Grande", donde supuestamente hace unos meses comió "El Chapo", esta vez la mitad de las mesas están vacías, reservadas para un hombre de botas azules de piel exótica, pantalón de mezclilla, cinturón piteado, camisa con garigoleados y sombrero, que baja de una Ford Lobo negra 4 x 4, sin placas de circulación, con una dama y dos niños; es el único que pasa con su familia a la zona del restaurante que no está ocupada.
Restauranteros de la zona afirman que el sitio es de Elsa Correa, la ex pareja de Sergio Enrique Villarreal, alias "El Grande", un ex policía ministerial de Coahuila y ahora lugarteniente de Arturo Beltrán Leyva "El Barbas".
Según la PGR, "El Grande" controla desde 2003 la plaza de Durango para ese capo del Cártel de Sinaloa y de él es el estilo de decapitar a sus enemigos.
La cultura del narco también se contagia. Los jóvenes buscan "ligar" dando vueltas a la Plaza de Armas al frente del volante de una Ford Lobo 4 x 4, una Escalade o una Hummer.
Se presentan de troca a troca y un buen rechinido de llantas puede marcar el inicio de una conquista.
Se invitan al antro "Harry Oh" donde el ritmo que siempre está de moda es el pasito duranguense y donde el último éxito es la canción "El cuerno de chivo", del grupo "Los Creadorez del Pasito Duranguense", así con "Z", y que cuenta la historia de un narco que llevó un cargamento de Perú a Estados Unidos, donde murió asesinado.
"Si pretenden mi pellejo/ tendrán que rifar sus reales/yo con mi cuerno de chivo/no respeto federales (...) traían buena carga blanca/ los amos del contrabando", dice la canción.
Afuera, en la calle, los taxistas ofrece una "bolsita" de cocaína en 120 pesos, el cristal y el éxtasis se compran desde los 20 ó 50 pesos.
Pueblo de paso en ruta al norte
La balacera entre "Zetas" y sicarios del Cártel de Sinaloa en la comunidad de Nombre de Dios se quedó en el recuerdo colectivo como si hubiera sido un espejismo que no quieren ver nunca más.
Sentado frente a la iglesia de este pueblo, fundado por jesuitas, don Pablo termina de sorber un ceviche de jaiba y jura que los narcos no eran de ahí.
"Este pueblo no le interesa al narco... ni al Gobierno. Aquí no hay movimiento de dinero, no hay progreso, no hay trabajo. Sólo iban de paso".
A su lado está un joven que respalda lo que el viejo dice.
"Sí, aquí no tenemos eso del narco, casi no hay jóvenes, la mayoría se va a Estados Unidos a trabajar, o a otros lados; no somos mercado".
Eso espera el comandante de la Policía municipal, Miguel Ángel Palacios, porque dice que los 34 policías que tiene el pueblo no alcanzan para que se repita lo del 20 de mayo.
Ese día los pistoleros se enfrentaron con lanzagranadas, fusiles Barret antiaéreos y antiblindaje y rifles automáticos AK-47; dejaron un reguero de 8 muertos y 12 camionetas abandonadas, 6 blindadas y unos mil cartuchos útiles.
La Policía del pueblo tiene apenas 34 agentes, pero se dividen en dos turnos, así que cada día la fuerza real de la corporación es de 17 agentes que usan pistolas 9 milímetros o revólveres 38 de seis tiros; sólo tienen tres rifles AR-15.
"Con esas armas ¿cuándo nos vamos a poner enfrente?. Ellos traen todo el arsenal que quieran y camionetas blindadas", dice el comandante.
Además, en cada turno, casi la mitad de los agentes se la pasan encerrados cuidando a los 50 presos que tienen en la cárcel distrital, que abarca tres municipios.
Sólo la otra mitad está disponible para los que andan afuera caminando en Nombre de Dios, rezando en sus cinco templos coloniales, sentados en sus dos plazas o comiendo en su mercadito, donde sólo dos puestos tienen actividad.
"El narco no es un problema que sea nuestro", insiste el viejo Pablo.
Quizá los sicarios sí iban de paso, porque la balacera fue sobre la carretera y llegó hasta Vicente Guerrero, hacia el sur, ya casi en la frontera con Zacatecas.
Pero la droga sube, sigue la ruta hacia el norte. Así que Nombre de Dios sí es un pueblo donde los cárteles están de paso: van y vienen.
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