Chachalaca 'power'
Roberto Zamarripa
15 Oct. 07
Quizás la última ocasión en que se había derribado la estatua de un ex Presidente mexicano fue en 1966 cuando con dinamita voló el cacharro que simulaba la figura de Miguel Alemán, el ex mandatario oriundo de Veracruz.
La estatua había sido colocada en la UNAM, en Ciudad Universitaria. Primero le prendieron fuego estudiantes de la Escuela de Economía. Pero el fuego no fundió el cacharro sino sólo lo dejó maltrecho. Cuentan las crónicas de la época que el escultor Ignacio Asúnsolo se atrevió a restaurar la obra.
Entonces, la decisión fue ponerla en órbita. La estatua de Alemán fue derribada con una sonora explosión en el recuerdo de un sexenio de florecimiento de la corrupción. Alí Baba, le decían a Alemán, con sus decenas de ladrones esparcidos en su gabinete.
Esa rara manía de inmortalizar en bronce lo que no se pudo prestigiar en vida, tuvo su repetición en Boca del Río, Veracruz, 40 años después. Justo en el momento en que la ex pareja presidencial retorna a escena, a sus anchas, a su modo, en su jugo de la frivolidad -lo que provoca polémica, repudio y burla- se levanta la figura de tres metros de alto de un Fox incólume, pétreo, cortesía del edil de Boca del Río, Francisco Gutiérrez de Velasco.
El afán era, de nuevo, la provocación. Igual que con Alemán, el momento no pudo ser menos oportuno. Igual que antes, lo que ahora se discute sobre Fox es la estela de corrupción. Igual que antaño, la estatua duró poco. Acá no se necesitó dinamita; nada más se tiró de la soga y la derrumbaron sin piedad hasta romperle la crisma y el brazo derecho. En un país donde se venera al bronce hasta hacerlo raza, azotar a los próceres fundidos tiene un delicado significado de hartazgo.
Pero en el caso del aludido hay que decir que apenas se cuestiona la cutícula. Para el ex Presidente y su esposa debe ser realmente divertido cómo el debate nacional tiene que ver con el color del jeep o las hectáreas del rancho. Si ésa es la discusión de la corrupción en su sexenio están más que servidos.
Lo de fondo es el tejido de corruptelas que bajo el manto del foxismo, del desentendimiento del Presidente o del consentimiento de su esposa, o la silenciosa pero no menos abusiva orquestación de Ramón Muñoz, pudo hacerse en distintas dependencias. La Secretaría de Educación Pública con Enciclomedia y decenas de contratos ilegales en otros programas; la Secretaría de Salud con el fraude del Seguro Popular; la de la Función Pública con la eliminación de evidencias; Petróleos Mexicanos y los favorecimientos a los amigos del hermano del Presidente, de la esposa del Presidente, de los hijastros del Presidente, de los donantes para la campaña del Presidente.
Eso fue el Chachalaca power. Las redes de la corrupción disfrazadas de alternancia o presunta transición.
Lo que estimula el descontento no es sólo el irritable desplante de exhibir el gran rancho o perpetuar el destilamiento de ignorancia en entrevistas en el extranjero (Fox no puede hablar en México), sino lo que configuró su sexenio.
Por ello, la desafortunadísima advertencia de Francisco Ramírez Acuña de que Fox debe guardar silencio no tiene medida. Un "cállese, chachalaca" versión cavernaria como si Ramírez Acuña como ex gobernador predicara con el ejemplo. (Pide a los que se fueron que se callen mientras él -que ya se fue del gobierno estatal- mantiene injerencia en los asuntos públicos y de gobierno de Jalisco).
Fox-Sahagún han decidido torpedear a los poderes instituidos. Provocan y retan. El Congreso, según la pareja, hace tonterías y el Poder Ejecutivo permanece en manos panistas gracias a sus dones maravillosos que impidieron el arribo de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia.
Hay mucho de cinismo y de ignorancia en el exilio de Fox y su esposa. Sus desplantes enervan, provocan, destilan extrañeza. Es una fuga hacia adelante para encubrir, para distraer.
La pareja guanajuatense representa hoy la materia de desprestigio panista en vistas a las elecciones intermedias del 2009, pero en lo inmediato significa el principal dato de perturbación en las relaciones de la Presidencia con los partidos políticos.
El derribo de la estatua en Veracruz es un aviso. Arrastran al ex Presidente. Lo arrastran en su versión de bronce porque es el único desahogo posible ante la decepción y la impotencia.
Sí: es un síntoma de intolerancia que sucede y responde a otras expresiones de incompetencia.
Del lado del gobierno federal mandan callar a Fox aunque le dispensan los destrozos y no le exigen cuentas. No vaya a ser que descobije.
Por eso las turbas hacen lo suyo, le pican las costillas al Chachalaca power, y se cobran a su manera el desencanto.
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