SUS DEUDOS LES REZAN PARA QUE DESCANSEN
El hallazgo de los cuerpos de 24 albañiles, el 12 de septiembre de 2008, en un paraje del Estado de México, casi a las puertas del Distrito Federal, fue la primera señal de que la guerra declarada entre cárteles no respetaría inocentes
Domingo, 18 de Julio de 2010
SAN ANDRÉS TUXTLA, VER.- Los familiares de los albañiles muertos cruzaron siete veces por encima de sus tumbas para obligar a las ánimas a estarse sosiegas y quitarles esa manía de vagar en los pensamientos ajenos, de abrir la puerta de los jacales y atizarles chiflones de aire frío, o de aparecerse en sueños avisando que "allá donde están" hay hartas obras donde sí ocupan peones.
Los maistros difuntos se tranquilizaron después de los rituales de despedida. De eso hace casi dos años. Las familias, en cambio, no encontraron remedio contra el miedo que sienten hacia los desconocidos que ejecutaron a sus 11 familiares y los dejaron en el bosque mexiquense de La Marquesa, entre un revoltijo de 24 cuerpos de albañiles oaxaqueños, hidalguenses, poblanos y veracruzanos.
Tampoco pudieron parchar el honor de los suyos, trozado por tanta gente que manoseó su nombre y les endilgó que los mataron porque vendían drogas o porque construyeron un narcotúnel en Mexicali, que dizque eran pistoleros o se fueron de lengua, o si levantaban la residencia de un narco o se quedaron con una maleta de dinero. Puro chismerío.
"Dijeron que los difuntos nos dejaron bien, que robaron un portafolio de dinero, pero nosotros somos pobre, si fuéramos rico tuviéramos casa de tres planta, bien parada, no esta casa que le ando remendando con pedacitos de tablitas", truena doña Nicolasa Pólito Málaga desde su casa de madera y piso de tierra, donde sobresale un tendedero de sartenes colgados a las vigas, un cuadro con fotos viejas y un altar con una veladora que aluza a los tres hijos y al "nietito" que le mataron. Justo a los que les pasaban dinero para el gasto.
Advierte que no quiere hablar mucho de los muertos ni de lo ocurrido para no menear su memoria ("se lastima mucho el corazón", explica). Al rato dice que hubo un tiempo en que el pueblo les advertía que los sicarios vendrían a echarles bombas en castigo porque se quedaron con el mentado dinero, pero explica que los cuerpos "venían en costalilla", el municipio les fió el traslado y no venían agarrados a ninguna maleta.
SÓLO EL RECUERDO
Detrás suyo, en el cuadro de las fotos familiares llama la atención una imagen donde ella y su esposo posan, presumidos, junto a una grabadora nueva; otra de un pariente que logró abrirse paso en la vida alistándose como soldado; algunas más de las graduaciones de sus hijos o de las escapadas que se daban, entre obra y obra, a la Basílica de Guadalupe. Presume la cartulina con un dibujo infantil de La Guadalupana, delineada con diamantina, que hizo en la secundaria su nieto, el más joven de los ejecutados: tenía 14 años y quería juntar dinero para ayudar a su papá enfermo.
En el altar tiene la foto de Pedro, de 36, de Santo, de 25, pero no de Ángel, el de 22, porque, de malcriado, siempre rajaba las fotos que le tomaban. Todos se alquilaban unos meses en la zafra veracruzana y migraban a México cuando el trabajo escaseaba.
"¿Por qué lo hicieron así si no fue culpable?", dice llorosa la indígena nahua, rodeada de nueras e hijas. "No queremos que manchen su memoria, que no eran narco, estos eran pobre-humilde, si sacan 70 pesos no es mucho, iban a regresar a celebrar la Virgen".
El hallazgo de los 24 cuerpos, el viernes 12 de septiembre de 2008, fue la primera señal de que la guerra declarada entre cárteles no respetaría inocentes y agarraría parejo a quienes tuvieran cuentas pendientes y a quienes tenían la mala suerte de acompañarlos. Ese día quedó para la historia también como el más violento de 2008, pues concluyó con 41 asesinatos. Tres días después ocurrió el granadazo en Morelia durante la celebración del Grito de Independencia, señal irrefutable de que la guerra era contra todos.
LOS HUÉRFANOS
Las investigaciones de la PGR acerca del multihomicidio señalan que el 10 de septiembre a las cuatro de la madrugada, hombres con uniformes de la AFI sacaron a los albañiles de la vecindad de Huixquilucan, Estado de México, donde compartían techo, taco y cobija después de trabajar en la obra; los subieron a unas camionetas, los retuvieron en una casa de seguridad, les enteiparon los ojos y las muñecas, los torturaron, los llevaron al bosque y los ejecutaron. Todos tenían el tiro de gracia.
De esa pila de obreros muertos de piel morena, descalzos, en shorts o calzones baratos, los 11 veracruzanos eran primos que rentaban parejo para que les saliera más barata su estancia en la capital y poder mandar 200 o 300 pesos semanales a casa.
Sus familias, de por sí pobres, cayeron en la indigencia. Al garete quedaron sus 12 huérfanos, las cinco viudas y los papás ancianos a quienes los finados mantenían.
Desde Xoteapan, Nicolasa no volvió a saber de los dos hijos de su hijo Pedro porque su nuera se regresó a su natal Puebla. En el vecino pueblo de Texalpan, ocho de los huérfanos son nietos de Alfonso Chigo Tebis, un hombre sesentón, flaco, cansado y empanizado de polvo, que los mira inexpresivo mientras juegan contentos en el portón de la única casa de block sobre su terreno; las demás son jacales de lámina o madera. Los más pequeños se cuelgan de la hamaca, como changuitos, pero en cualquier momento sienten nostalgia de sus papás y se entristecen.
Los mantenidos de don Alfonso son Nayeli, Víctor y Rosa Leidy (hijos de Rosa y el difunto Abelino); y Erika, Valentín, Ana, Isabel y Gladis (hijos del difunto Pedro y de Andrea, que ahora mismo está en la ciudad intentando vender frutas). La mayor de sus nietas tiene 14 años; la menor, cinco. Falta el hijo de su hijo Santos porque su nuera se lo llevó a vivir al pueblo de Tres Valles.
"Los difuntos no andaban en malos pasos. Los que sí andaban mal andan campantemente en su casa; gozan, comen, se visten... ¿Y a estos huerfanitos quién les va a regalar cinco, 10 pesos? ¿Cuándo van a recuperar a su familia? Ya no. Ya nos dejaron sin brazos y somos pobres", lamenta Joaquina Temich Chigo, tía de cinco de los huérfanos y la encargada de echarles un ojo cuando su mamá sale a buscar trabajo.
ATENDER LA VIOLENCIA
El regidor quinto del ayuntamiento de San Andrés, Baldomero Seba Toto, es el único que en tierra ve por ellos. Cada mes lleva a las familias una caja de despensas de puros medios kilos o medios litros (mitad de arroz, mitad de aceite, mitad de pasta), cortesía del ayuntamiento, que alcanzan para dos días. A cuatro niños les consiguió beca para que continúen en la primaria; el resto no alcanzó.
Está preocupado porque en diciembre se estrena nuevo presidente municipal y no sabe si se mantendrá la ayuda a las familias. Está por viajar a la Ciudad de México para cumplir una promesa en la Basílica y buscar a la diputada Teresa Incháustegui, quien promueve una iniciativa de ley que pide la creación de un fondo de reparación económica para todas las muertes de civiles inocentes y de atención a los daños psicológicos, emocionales o físicos causados a las víctimas.
La legisladora estima que son 7 mil los huérfanos a causa de la narcoviolencia en el sexenio. Y aunque sus cálculos son conservadores, dice que son los que pudo estimar porque el gobierno no lleva las cuentas de los muertos, ni de sus edades, nombres y las circunstancias de su muerte.
"Tenemos que hacernos cargo como sociedad y como Estado de todos estos mexicanos que han sido víctimas de toda esta inseguridad y delincuencia que se ha desatado. Si no se les atiende, la violencia empeorará. La pérdida de un padre impacta en el ingreso familiar, en las oportunidades, su calidad de vida, su educación, en las emociones; si se pierde la madre se pierden todos los cuidados, hay una correlación alta entre mortalidad materna e infantil, y si te los arrancan por un evento violento hay impacto emocional profundo", explica la legisladora a Proceso.
La especialista en políticas públicas Clara Jusidman señala también que el gobierno debe preparar un plan para atender la catástrofe social que se vive.
SON MUY POBRES
El regidor Baldomero Seba tiene en su escritorio la copia del expediente judicial del caso con el folio PGR/SIEDO/UEIDCS/302/08, que describe el hallazgo de los cuerpos localizados aquel 12 de septiembre de 2008, los orificios de las balas, las ropas que vestían y el paraje donde fueron encontrados. En un fragmento se lee: …tiene a la vista 24 cadáveres de sexo masculino, de identidad desconocida, mismos que presentan signos de muerte real y reciente y livideces cadavéricas…
Se lo prestaron en la PGR para que una viuda tramite su pensión en el Seguro Social (sólo un albañil cotizaba en el IMSS) y otra pida la condonación de la deuda de un estéreo que su esposo sacó a plazos en Elektra.
"Necesitan una pensión alimenticia. Son muy pobres. Ellos trabajaban en el corte de caña y las señoras no pueden trabajar en nada, para ellas no hay trabajo. No hubo reparación de daños, ni siquiera se supo quién fue el culpable; por temor las familias no promovieron nada", dice en su oficina del ayuntamiento.
"Nos dolió que decían que los 24 eran parte del narcotráfico y eso es mentira. Yo doy la cara por estos jóvenes, los conocía, eran trabajadores de la construcción y de campo. Sabemos que los confundieron. Ellos venían cada dos meses y se regresaban a trabajar donde hubiera. Lo del narcotúnel no es cierto, ¿ya vio cómo vive la gente?".
Sin embargo, muchos funcionarios los culparon de su muerte. El entonces titular de PGR, Eduardo Medina Mora, dijo que investigaban si los jóvenes habían sido "reclutados como distribuidores de droga". Autoridades mexiquenses filtraron a la prensa que formaban parte del grupo de Los Pelones, al servicio del Chapo Guzmán. El procurador de justicia mexiquense, Alberto Bazbaz, dijo que utilizaban el oficio de albañil para cubrir actividades ilícitas. La PGR filtró que la mitad del grupo construyó el narcotúnel y el resto tuvo la mala suerte de compartir habitación con ellos.
En octubre de 2008, Marisela Morales, titular de la SIEDO, presentó en conferencia a Raúl Villa Ortega, El R, como el asesino de los 24, y al comandante de policía de Huixquilucan, Marco Antonio Alvarado Serrano, como cómplice del secuestro y traslado de las víctimas a su ejecución. Informó que pertenecían al cártel de Sinaloa y trabajaban para La Barbie, pero no explicó el motivo del asesinato.
QUE LA PGR INVESTIGUE
Consultada por Proceso sobre los avances del caso, la PGR informa que el juez sexto de distrito en materia penal en el Estado de Jalisco les dictó auto de formal prisión: el comandante está acusado por el delito de delincuencia organizada y El R por posesión y portación de cartuchos y armas de fuego de uso exclusivo del Ejército. Ninguno por homicidio. Notas periodísticas indicaron que El R fue dejado en libertad, pero la PGR dice que sigue sujeto a proceso.
Las familias de los 11 jóvenes no se enteraron de la captura ni del juicio.
"¿Ya atraparon a los que hicieron esa masacre?", es la primera pregunta que suelta don Jacinto Seba Tome, papá del veinteañero fallecido Juan Carlos Seba, cuando ve que esta reportera llega a su casa. Se decepciona cuando se entera de que la visita no es por parte de la PGR.
"Pensé que venía a decirnos que ya identificaron a los asesinos, pero como no tenemos dinero para decirles que los busquen estamos como los perros que morimos en la calle: nadie nos va a levantar, nomás nos van a echar cal y gasolina", dice el campesino, y explica: "Como a los 15 días del caso vinieron los de la SIEDO para que según ellos ver cómo vivían, si vivían bien y ya hasta ahí pasó. No sabemos si agarraron a los delincuentes. De entonces nos quedamos a oscuras, no le hallamos cómo fue, pero si yo conociera quién le hizo eso a mi hijo voy y lo mato, como dice la Biblia, ojo por ojo".
Don Jacinto luce bermudas que dejan ver varios raspones y cicatrices en sus flacas piernas. Explica que se cae seguido por los mareos que le pegan desde la impresión por la masacre y por la diabetes que le originó un tumor y lo enflacó. Lamenta que las tierras ya no producen mangos, naranjas, cocos y plátanos y porque el maíz se enchagüista, "le pega el chamuco, se amarilla". Su esposa Natalia Seba, a su lado, cuenta que a ella se le estrella el corazón por la tristeza. (APRO)
Por Marcela Turati
El hallazgo de los cuerpos de 24 albañiles, el 12 de septiembre de 2008, en un paraje del Estado de México, casi a las puertas del Distrito Federal, fue la primera señal de que la guerra declarada entre cárteles no respetaría inocentes
Domingo, 18 de Julio de 2010
SAN ANDRÉS TUXTLA, VER.- Los familiares de los albañiles muertos cruzaron siete veces por encima de sus tumbas para obligar a las ánimas a estarse sosiegas y quitarles esa manía de vagar en los pensamientos ajenos, de abrir la puerta de los jacales y atizarles chiflones de aire frío, o de aparecerse en sueños avisando que "allá donde están" hay hartas obras donde sí ocupan peones.
Los maistros difuntos se tranquilizaron después de los rituales de despedida. De eso hace casi dos años. Las familias, en cambio, no encontraron remedio contra el miedo que sienten hacia los desconocidos que ejecutaron a sus 11 familiares y los dejaron en el bosque mexiquense de La Marquesa, entre un revoltijo de 24 cuerpos de albañiles oaxaqueños, hidalguenses, poblanos y veracruzanos.
Tampoco pudieron parchar el honor de los suyos, trozado por tanta gente que manoseó su nombre y les endilgó que los mataron porque vendían drogas o porque construyeron un narcotúnel en Mexicali, que dizque eran pistoleros o se fueron de lengua, o si levantaban la residencia de un narco o se quedaron con una maleta de dinero. Puro chismerío.
"Dijeron que los difuntos nos dejaron bien, que robaron un portafolio de dinero, pero nosotros somos pobre, si fuéramos rico tuviéramos casa de tres planta, bien parada, no esta casa que le ando remendando con pedacitos de tablitas", truena doña Nicolasa Pólito Málaga desde su casa de madera y piso de tierra, donde sobresale un tendedero de sartenes colgados a las vigas, un cuadro con fotos viejas y un altar con una veladora que aluza a los tres hijos y al "nietito" que le mataron. Justo a los que les pasaban dinero para el gasto.
Advierte que no quiere hablar mucho de los muertos ni de lo ocurrido para no menear su memoria ("se lastima mucho el corazón", explica). Al rato dice que hubo un tiempo en que el pueblo les advertía que los sicarios vendrían a echarles bombas en castigo porque se quedaron con el mentado dinero, pero explica que los cuerpos "venían en costalilla", el municipio les fió el traslado y no venían agarrados a ninguna maleta.
SÓLO EL RECUERDO
Detrás suyo, en el cuadro de las fotos familiares llama la atención una imagen donde ella y su esposo posan, presumidos, junto a una grabadora nueva; otra de un pariente que logró abrirse paso en la vida alistándose como soldado; algunas más de las graduaciones de sus hijos o de las escapadas que se daban, entre obra y obra, a la Basílica de Guadalupe. Presume la cartulina con un dibujo infantil de La Guadalupana, delineada con diamantina, que hizo en la secundaria su nieto, el más joven de los ejecutados: tenía 14 años y quería juntar dinero para ayudar a su papá enfermo.
En el altar tiene la foto de Pedro, de 36, de Santo, de 25, pero no de Ángel, el de 22, porque, de malcriado, siempre rajaba las fotos que le tomaban. Todos se alquilaban unos meses en la zafra veracruzana y migraban a México cuando el trabajo escaseaba.
"¿Por qué lo hicieron así si no fue culpable?", dice llorosa la indígena nahua, rodeada de nueras e hijas. "No queremos que manchen su memoria, que no eran narco, estos eran pobre-humilde, si sacan 70 pesos no es mucho, iban a regresar a celebrar la Virgen".
El hallazgo de los 24 cuerpos, el viernes 12 de septiembre de 2008, fue la primera señal de que la guerra declarada entre cárteles no respetaría inocentes y agarraría parejo a quienes tuvieran cuentas pendientes y a quienes tenían la mala suerte de acompañarlos. Ese día quedó para la historia también como el más violento de 2008, pues concluyó con 41 asesinatos. Tres días después ocurrió el granadazo en Morelia durante la celebración del Grito de Independencia, señal irrefutable de que la guerra era contra todos.
LOS HUÉRFANOS
Las investigaciones de la PGR acerca del multihomicidio señalan que el 10 de septiembre a las cuatro de la madrugada, hombres con uniformes de la AFI sacaron a los albañiles de la vecindad de Huixquilucan, Estado de México, donde compartían techo, taco y cobija después de trabajar en la obra; los subieron a unas camionetas, los retuvieron en una casa de seguridad, les enteiparon los ojos y las muñecas, los torturaron, los llevaron al bosque y los ejecutaron. Todos tenían el tiro de gracia.
De esa pila de obreros muertos de piel morena, descalzos, en shorts o calzones baratos, los 11 veracruzanos eran primos que rentaban parejo para que les saliera más barata su estancia en la capital y poder mandar 200 o 300 pesos semanales a casa.
Sus familias, de por sí pobres, cayeron en la indigencia. Al garete quedaron sus 12 huérfanos, las cinco viudas y los papás ancianos a quienes los finados mantenían.
Desde Xoteapan, Nicolasa no volvió a saber de los dos hijos de su hijo Pedro porque su nuera se regresó a su natal Puebla. En el vecino pueblo de Texalpan, ocho de los huérfanos son nietos de Alfonso Chigo Tebis, un hombre sesentón, flaco, cansado y empanizado de polvo, que los mira inexpresivo mientras juegan contentos en el portón de la única casa de block sobre su terreno; las demás son jacales de lámina o madera. Los más pequeños se cuelgan de la hamaca, como changuitos, pero en cualquier momento sienten nostalgia de sus papás y se entristecen.
Los mantenidos de don Alfonso son Nayeli, Víctor y Rosa Leidy (hijos de Rosa y el difunto Abelino); y Erika, Valentín, Ana, Isabel y Gladis (hijos del difunto Pedro y de Andrea, que ahora mismo está en la ciudad intentando vender frutas). La mayor de sus nietas tiene 14 años; la menor, cinco. Falta el hijo de su hijo Santos porque su nuera se lo llevó a vivir al pueblo de Tres Valles.
"Los difuntos no andaban en malos pasos. Los que sí andaban mal andan campantemente en su casa; gozan, comen, se visten... ¿Y a estos huerfanitos quién les va a regalar cinco, 10 pesos? ¿Cuándo van a recuperar a su familia? Ya no. Ya nos dejaron sin brazos y somos pobres", lamenta Joaquina Temich Chigo, tía de cinco de los huérfanos y la encargada de echarles un ojo cuando su mamá sale a buscar trabajo.
ATENDER LA VIOLENCIA
El regidor quinto del ayuntamiento de San Andrés, Baldomero Seba Toto, es el único que en tierra ve por ellos. Cada mes lleva a las familias una caja de despensas de puros medios kilos o medios litros (mitad de arroz, mitad de aceite, mitad de pasta), cortesía del ayuntamiento, que alcanzan para dos días. A cuatro niños les consiguió beca para que continúen en la primaria; el resto no alcanzó.
Está preocupado porque en diciembre se estrena nuevo presidente municipal y no sabe si se mantendrá la ayuda a las familias. Está por viajar a la Ciudad de México para cumplir una promesa en la Basílica y buscar a la diputada Teresa Incháustegui, quien promueve una iniciativa de ley que pide la creación de un fondo de reparación económica para todas las muertes de civiles inocentes y de atención a los daños psicológicos, emocionales o físicos causados a las víctimas.
La legisladora estima que son 7 mil los huérfanos a causa de la narcoviolencia en el sexenio. Y aunque sus cálculos son conservadores, dice que son los que pudo estimar porque el gobierno no lleva las cuentas de los muertos, ni de sus edades, nombres y las circunstancias de su muerte.
"Tenemos que hacernos cargo como sociedad y como Estado de todos estos mexicanos que han sido víctimas de toda esta inseguridad y delincuencia que se ha desatado. Si no se les atiende, la violencia empeorará. La pérdida de un padre impacta en el ingreso familiar, en las oportunidades, su calidad de vida, su educación, en las emociones; si se pierde la madre se pierden todos los cuidados, hay una correlación alta entre mortalidad materna e infantil, y si te los arrancan por un evento violento hay impacto emocional profundo", explica la legisladora a Proceso.
La especialista en políticas públicas Clara Jusidman señala también que el gobierno debe preparar un plan para atender la catástrofe social que se vive.
SON MUY POBRES
El regidor Baldomero Seba tiene en su escritorio la copia del expediente judicial del caso con el folio PGR/SIEDO/UEIDCS/302/08, que describe el hallazgo de los cuerpos localizados aquel 12 de septiembre de 2008, los orificios de las balas, las ropas que vestían y el paraje donde fueron encontrados. En un fragmento se lee: …tiene a la vista 24 cadáveres de sexo masculino, de identidad desconocida, mismos que presentan signos de muerte real y reciente y livideces cadavéricas…
Se lo prestaron en la PGR para que una viuda tramite su pensión en el Seguro Social (sólo un albañil cotizaba en el IMSS) y otra pida la condonación de la deuda de un estéreo que su esposo sacó a plazos en Elektra.
"Necesitan una pensión alimenticia. Son muy pobres. Ellos trabajaban en el corte de caña y las señoras no pueden trabajar en nada, para ellas no hay trabajo. No hubo reparación de daños, ni siquiera se supo quién fue el culpable; por temor las familias no promovieron nada", dice en su oficina del ayuntamiento.
"Nos dolió que decían que los 24 eran parte del narcotráfico y eso es mentira. Yo doy la cara por estos jóvenes, los conocía, eran trabajadores de la construcción y de campo. Sabemos que los confundieron. Ellos venían cada dos meses y se regresaban a trabajar donde hubiera. Lo del narcotúnel no es cierto, ¿ya vio cómo vive la gente?".
Sin embargo, muchos funcionarios los culparon de su muerte. El entonces titular de PGR, Eduardo Medina Mora, dijo que investigaban si los jóvenes habían sido "reclutados como distribuidores de droga". Autoridades mexiquenses filtraron a la prensa que formaban parte del grupo de Los Pelones, al servicio del Chapo Guzmán. El procurador de justicia mexiquense, Alberto Bazbaz, dijo que utilizaban el oficio de albañil para cubrir actividades ilícitas. La PGR filtró que la mitad del grupo construyó el narcotúnel y el resto tuvo la mala suerte de compartir habitación con ellos.
En octubre de 2008, Marisela Morales, titular de la SIEDO, presentó en conferencia a Raúl Villa Ortega, El R, como el asesino de los 24, y al comandante de policía de Huixquilucan, Marco Antonio Alvarado Serrano, como cómplice del secuestro y traslado de las víctimas a su ejecución. Informó que pertenecían al cártel de Sinaloa y trabajaban para La Barbie, pero no explicó el motivo del asesinato.
QUE LA PGR INVESTIGUE
Consultada por Proceso sobre los avances del caso, la PGR informa que el juez sexto de distrito en materia penal en el Estado de Jalisco les dictó auto de formal prisión: el comandante está acusado por el delito de delincuencia organizada y El R por posesión y portación de cartuchos y armas de fuego de uso exclusivo del Ejército. Ninguno por homicidio. Notas periodísticas indicaron que El R fue dejado en libertad, pero la PGR dice que sigue sujeto a proceso.
Las familias de los 11 jóvenes no se enteraron de la captura ni del juicio.
"¿Ya atraparon a los que hicieron esa masacre?", es la primera pregunta que suelta don Jacinto Seba Tome, papá del veinteañero fallecido Juan Carlos Seba, cuando ve que esta reportera llega a su casa. Se decepciona cuando se entera de que la visita no es por parte de la PGR.
"Pensé que venía a decirnos que ya identificaron a los asesinos, pero como no tenemos dinero para decirles que los busquen estamos como los perros que morimos en la calle: nadie nos va a levantar, nomás nos van a echar cal y gasolina", dice el campesino, y explica: "Como a los 15 días del caso vinieron los de la SIEDO para que según ellos ver cómo vivían, si vivían bien y ya hasta ahí pasó. No sabemos si agarraron a los delincuentes. De entonces nos quedamos a oscuras, no le hallamos cómo fue, pero si yo conociera quién le hizo eso a mi hijo voy y lo mato, como dice la Biblia, ojo por ojo".
Don Jacinto luce bermudas que dejan ver varios raspones y cicatrices en sus flacas piernas. Explica que se cae seguido por los mareos que le pegan desde la impresión por la masacre y por la diabetes que le originó un tumor y lo enflacó. Lamenta que las tierras ya no producen mangos, naranjas, cocos y plátanos y porque el maíz se enchagüista, "le pega el chamuco, se amarilla". Su esposa Natalia Seba, a su lado, cuenta que a ella se le estrella el corazón por la tristeza. (APRO)
Por Marcela Turati
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