domingo, 27 de marzo de 2022

El charlatán


U

n hombre con la facultad excepcional de diagnosticar enfermedades mediante la observación del aspecto y componentes de una muestra de orina y de curar a miles de pacientes con una variedad de plantas medicinales, incluso de pronosticar a simple vista un desenlace fatal inminente, todo esto sugiere un claro asunto de charlatanería. Pero en el caso del herborista checo Jan Mikólasek, de cuya biografía la directora polaca Agnieszka Holland retoma aspectos esenciales, la trama es más compleja e interesante. Su popularidad fue enorme en la Checoslovaquia de la posguerra, pues según cuenta él mismo en sus Memorias de un sanador naturista, publicadas de modo póstumo en 2019, no sólo gozó de la protección de altos funcionarios del régimen ocupante nazi, sino luego también del presidente comunista Antonín Zapotocky a quien salvó la vida con sus remedios herbolarios. Mikólasek, personaje indescifrable, a la vez tiránico y benévolo, sobrevivió a persecusiones y condenas de dos regímenes totalitarios, siendo así su vida un espejo de las contradicciones políticas del siglo XX. No es sorprendente que su personalidad haya atraído la atención de Agnieszka Holland ( Europa Europa, 1991), una directora que con habilidad ha sabido manejar géneros muy diversos, proponiendo al mismo tiempo en una cinta como Mr. Jones (2019), una visión crítica sobre la hambruna inducida por el poder estalinista que en la Ucrania de los años treinta precipitó la muerte de millones de personas.

El charlatán (Sarlatan, 2020) inicia justo cuando Jan Mikólasek (Iván Trojan) ve cambiar súbitamente su suerte con la muerte en 1957 del presidente que hasta entonces protegía sus actividades de curandero, resguardándole de los ataques de la burocracia estatal y de un cuerpo médico convencional que veía en la práctica curativa heterodoxa toda una amenza a sus intereses económicos. De un modo similar al hostigamiento practicado por los nazis contra el sexólogo alemán Hans Magnus Hirschfeld en los años treinta, convertido en chivo expiatorio por su doble condición de homosexual y judío, el poder comunista checo persiguió al camaleónico curandero por sus viejos nexos con pacientes nazis y por un individualismo tachado de burgués que se complicaba con su ilícta relación afectiva y sexual con su asistente Frantisek Palko (Juraj Loj), veinte años más joven. El notable guion del checo Marek Epstein opera varios flash-backs que hacen correr en paralelo las experiencias de un Mikólasek maduro, caído en desgracia luego de la muerte de su protector, y de su temprana formación como joven tenaz y rebelde (interpretado por el propio hijo de Iván Trojan) obsesionado por los estudios de herbolaria a partir del descubrimiento de su formidable don de sanación. En poco tiempo el protagonista habrá de asistir a su involuntaria transformación en un peligroso ídolo de las masas menesterosas que veían en él, más que en el Estado, la solución providencial a sus problemas de salud, convirtiéndose así el herborista en una figura subversiva para la burocracia comunista.

La también directora de Eclipse en el corazón ( Total Eclipse, 1995), cinta sobre la relación amorosa y sexual de los poetas Arthur Rimbaud y Paul Verlaine, aborda aquí de manera sutil, como una significativa trama secundaria, el fuerte compromiso de lealtad afectiva que, frente a la adversidad, se construye entre el practicante de medicina alternativa y su joven asistente, quien a pesar de estar casado sucumbe al poder seductor de su maestro y amante. Son muchos y muy variados los ángulos de esta narración a la vez intimista y política. Se trata de la disección aguda de Jan Mikólasek, un personaje incómodo para la ciencia médica estatal, la cual lo tacha apresuradamente de charlatán, para luego convertirlo en un chivo expiatorio por su doble calidad de criminal sospechoso (en tanto envenenador de cuerpos y conciencias) y de paria sexual condenable por las leyes represivas de la época. La cinta de Holland podría haber abordado los últimos años del hombre que en 1973 muere a los 84 años empobrecido y totalmente olvidado, pero de modo más elocuente, la cineasta veterana ha preferido concentrarse más en las prácticas de hostigamiento ejercidas por un poder neoestalinista que en sus desoladores efectos en el ánimo de un ser humano. Esta estrategia narrativa evita las facilidades del melodrama lastimero para propiciar, en cambio, una discusión pertinente sobre las derivas totalitarias en nuestro tiempo.

Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 15 horas.

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