RAÚL A. RUBIO CANO
Abril 23 de 2019
Recordando que ayer fue Día de la Tierra, consultamos un poco el servidor de Google y encontramos que según la revista Inmanencia, Vol. 4, Núm. 2, de Buenos Aires, Argentina (2015), que: “En 1854, Franklin Pierce, presidente de los Estados Unidos, propuso comprar el territorio ubicado al noroeste de su país ocupado desde siempre por la tribu Suwamish y hoy, parte del Estado de Washington. Ofreció dinero y se comprometió a crear una ‘reserva’ para el pueblo indígena. Seattle, el jefe piel roja, se entrevistó con el Gobernador Isaac I. Stevens, y respondió con un discurso en lushootseed, su lengua natal. El periódico Seattle Sunday Star publicó en 1887 la versión del Dr. Henry A. Smith, uno de los testigos del hecho. Se duda sobre la verosimilitud del texto, dada la elaboración de conceptos con que se defiende la vida silvestre y el devenir de la naturaleza. El documento se ha constituido en un modelo de manifiesto ecológico”. Tal documento en forma resumida en otras fuentes de Google señala planteamientos de respeto, de amor a la Tierra, como los siguientes: “¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña. Con esta pregunta el jefe cuestiona como el hombre blanco puede tratar de comprar algo que nadie puede poseer, narra lo sagrada que es la tierra para su pueblo pues ella es su madre y los seres que habitan y respiran el mimo aire que ellos, los picos y surcos todos pertenecen a una misma familia. Aceptaremos su oferta, dice el jefe Seattle, pero al vender nuestras tierras ustedes tendrán que recordar que es sagrada y deberán de enseñarles a sus hijos que son nuestros hermanos y los suyos también. El hombre blanco no entiende nuestras costumbres solo ve la tierra como cualquier otra pues solo extrae lo que necesita y la olvida, dejando atrás un desierto. El aire es de mucho valor para el hombre piel roja pues todos compartimos el mismo soplo y deben mantenerla intacta. Soy un hombre salvaje y no entiendo otra forma de actuar, si acepto la oferta impondré una condición: traten a los animales como sus hermanos porque si todos los animales desaparecen que será del hombre el mismo fin que sus hermanos tendrán, enséñeles a sus hijos que el suelo por la que andan están nutridos por sus abuelos y deben de amarla, Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra pues sigan ensuciando su cama y una noche se sofocaran con sus propios desechos. Cuando nos despojen de nuestras tierras, ustedes brillarán intensamente iluminados por la fuerza de su Dios que les dio el dominio sobre estas tierras, pero han de saber que su Dios es el mismo Dios de nosotros y no está exento del destino, un destino que es un misterio para nosotros, pues no comprendemos que maten y se complazcan dañando la tierra. ¿Qué ha sucedido con el bosque espeso? Desapareció. ¿Qué ha sucedido con el águila? Desapareció. La vida ha terminado. Ahora empieza la supervivencia” ¡Órale! raurubio@gmail.com
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