lunes, 17 de diciembre de 2007

Inhumaron al Obispo Emérito de Torreón

Fernando Romo Gutiérrez, luchó por una diócesis de corte popular


Juan Monrreal López
Diciembre 17 de 2007

Torreón, Coahuila.- En trece minutos, los restos de Fernando Romo Gutiérrez, Obispo Emérito de Torreón, fueron colocados en el sepulcro cimentado ex profeso en la Iglesia del Carmen, Catedral de esta Diócesis, despidiendo a quien entregó casi 50 años a las causas de los más pobres desde que fuera investido como Nuncio el 19 de abril de 1958.

La ceremonia, fue la culminación de la caminata que cientos de feligreses hicieron desde La Iglesia de San José. En ese templo, fue velado durante dos días, lapso en que el cuerpo fue cobijado por lágrimas de dolor y admiración de miles de fieles que desfilaron frente al austero féretro café. Los restos fueron bendecidos por la gente común que convivió con él en la construcción de una sede Eclesiástica que veló por los más necesitados.

El cortejo llegó frente a La Catedral a las 14 horas y 40 minutos. A las 14 y 53 minutos, José Guadalupe Galván, actual obispo de esta Nunciatura, anunció por sonido desde la cripta donde sepultaron a Romo Gutiérrez, que Don Fernando, ya descansa en paz de las agitaciones de este mundo.

Fernando Romo Gutiérrez, primer obispo de Torreón, falleció el sábado 15 de diciembre a las 13 horas y 30 minutos. Poco después, su cuerpo fue dispuesto en la Iglesia de San José, para que durante dos días, los fieles pudieran despedirse por última vez de quien “tuvo una marcada inclinación por los más pobres”.

Fernando Romo Gutiérrez

Convencido de que una iglesia progresista es camino de libertad, Fernando Romo Gutiérrez, Obispo Emérito de Torreón, se propuso el trabajo pastoral sembrado en las colonias populares, así como en los ejidos de su jurisdicción, hasta los últimos días que contó con salud.

El primer obispo tomó el mando de la Diócesis el 19 de abril de 1958. Transcurrieron 27 años de brega, hasta que Luís Morales Reyes, - hoy Arzobispo de San luís Potosí-, fue nombrado obispo coadjutor, el 20 de abril de 1985. Al cumplir 75 años, el 18 de junio de 1990, Romo Gutiérrez, presentó su retiro del mandato al Gobierno Pastoral de la Diócesis, designándosele desde entonces, obispo Emérito.

Romo Gutiérrez, apoyó las luchas populares

Levantar el nuevo obispado, no fue fácil. Por eso, Romo Gutiérrez, se dio a la tarea de recorrer los ejidos y colonias populares de la Laguna. Era un convencido que los pilares de la nueva Diócesis descansarían en los más pobres. Por eso, era habitual que las luchas populares, - obreras, campesinas, pobres de la ciudad -, surgidas a principios de los años 70`s, en la Comarca Lagunera, recibieran el apoyo del obispo.

Fernando Romo, consideraba de elemental justicia que la gente tuviera un espacio propio donde vivir. De manera que las invasiones de tierra de esta localidad, se vieron cobijadas por el grupo de párrocos que junto con Romo Gutiérrez, se echaron a cuestas la encomienda eclesial de una parroquia de corte popular.

No era extraño en esos días que las puertas de las iglesias se abrieran para recibir a los colonos invasores del sector de las Carolinas, que albergaba miles de familias que tomaron esas tierras por asalto para hacerse de un lugar donde vivir. Tampoco fue insólito que el Obispo Emérito, defendiera las esperanzas de esa gente contra el deseo de los hombres del poder, quienes ardientes por reprimir a los posesionarios quisieron desalojarlos de los predios a toda costa.

Así, colonias como Tierra y Libertad, La División del Norte, Francisco Villa, tuvieron el interés de una Diócesis que estaba siendo construida en los hechos con pastores, feligreses y prácticas nuevas; convalidados por numerosas resoluciones del Concilio Vaticano II.

En esta dinámica, los trabajadores del Departamento de limpieza de Torreón, buscaron la orientación, pero también el cobijo del primer obispo de esta Diócesis, quien sin cuestionamientos a su lucha, siempre brindó el respaldo necesario para que los trabajadores construyeran mejores condiciones de vida, tal como aconteció con la formación del sindicato de los trabajadores de limpia del municipio.

Pero la efervescencia de construir una iglesia popular, se encontraba en todas la parroquias. Lo mismo en la ciudad, que en el campo. O igual, del lado de Coahuila que de Durango; habitantes que reconocían en Fernando Romo Gutiérrez, un pastor representante de las causas justas.

Por eso, los solicitantes de tierra, del municipio de Francisco I. Madero, San Pedro, Matamoros, aparecían acompañados de los párrocos de esos municipios, convencidos que era la mejor manera de desarrollar su pastoral.

Así como en Torreón y La Comarca Lagunera toda, se consolidaban las organizaciones populares autónomas, la iglesia de Romo Gutiérrez, nunca escatimó apoyos para que su trabajo pastoral sirviera a quien más lo necesitaba. Al fin de cuentas, era en la vida cotidiana donde se verificarían las grandes discusiones del Concilio Vaticano II, en el cual, el primer obispo de Torreón, había mantenido una participación brillante. Allí en ese cónclave, expuso que el Vaticano, tomara más en cuenta los criterios pastorales que criterios económicos u otro tipo de razones para la formación de los obispados. Fernando Romo, quiso ser consecuente con todo ello y lo logró.

En este contexto, la Diócesis, junto con algunos de sus curas, criticaron la actitud represiva en contra de La Colonia Ricardo Flores Magón, incitada por el entonces alcalde de Gómez Palacio, Durango, Carlos Herrera Araluce. El 31 de enero de 1975, Herrera Araluce, ordenó sin miramiento alguno reprimir a niños, mujeres, hombres, quienes se presentaron al palacio municipal a solicitarle servicios de agua. El ex alcalde, hizo intervenir a la policía y judiciales, en lugar de dar solución a las necesidades planteadas. Además, pretendió arrestar a varios de los representantes de aquellos colonos con el fin de llevar a cabalidad la sentencia emitida por el ex gobernador de Durango, Alejandro Páez Urquidi, de no tolerar ninguna invasión de tierras, ni permitir “revoltosos en mi estado”. Las consecuencias fueron personas golpeadas, pero también perseguidas y una colonia de los más necesitados, prácticamente sitiada.

Con este caos, la voz de la Diócesis de Torreón, sonó claramente a favor de los habitantes de ese asentamiento, cuando en los medios, periodistas, patrones, políticos, soltaron una andanada de calificativos justificando la represalia.

Es en estas tramas que Fernando Romo Gutiérrez, fue edificando junto a los clérigos, la iglesia de corte popular que concebía para la Laguna. Un obispado, vivo, actuante, comprometido con los menos afortunados en patrimonio económico.

Los pobres lo van a extrañar, como ya se le añoraba desde su retiro de la dirección del obispado.

El Obispo Emérito de Torreón, nació en Guadalajara, Jalisco; tenía 92 años, 67 como presbítero y le faltaban 4 meses para cumplir 50 años de obispo.

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