Augusto Ávalos Longoria, demagogo ex candidato panista
Juan Monrreal López
Noviembre 2 de 2007
Noviembre 2 de 2007
Ya no es novedad, que pronto, muy pronto, las promesas de campaña, junto a lo que llaman “anhelos de servir”, de los candidatos panistas a la alcaldía gómezpalatina, se esfumen rápidamente de su cabeza y de la agenda de su vida.
Así aconteció, con el locutor de Exa 100.3 FM, Jorge Arturo Torres Vargas, - hoy asesor de cabecera del alcalde Ricardo Rebollo-, Francisco “paco” Ramírez, y, ahora, Augusto Ávalos Longoria; quien dijo en campaña que quería remover la estructura priísta, porque había corrupción fuerte, había abuso de autoridad (Ávalos, dixit).
Atrincherados en el partido, los candidatos panistas distan mucho de ser una opción ciudadana; una iniciativa que camine con dinámicas civiles propias; liberta de procesos electorales.
Por el contrario, hasta hoy, los aspirantes panistas retratan una visión de trabajo político de corte electorero de fruslería, excesivamente limitado, extremadamente miope. Estridente y convenenciero.
Para comenzar, a las candidaturas del blanquiazul de la Laguna de Durango, se llega sin más cartas que las recomendaciones o el asentimiento de la familia Castro Lozano; Juan de Dios y Rosario, panistas de larga cola, reiteradamente incriminados con el narco. Si existe algo de militancia de los aspirantes, mejor; si esta no existe, igual; no pasa nada. Sólo hay que llevarla bien con “Chayo Castro”, la mujer de los sombreritos chocarreros.
Los bolillos, obtienen las candidaturas, sin mayor mérito de participación ciudadana. Si acaso existe, la misma se reduce a los organismos cúpula de los empresarios, como aconteció con Augusto Ávalos.
De igual forma, cuenta el entramado de componendas establecidas con las elites partidistas.
La sumisión con los poderes fácticos.
Por eso, pierden y se van, sin mayor consecuencia. En sólo una campaña, disipan sus “anhelos de servir”. Entonces retornan a sus negocios. Este es el camino de los derrotados blanquiazules.
De manera que no es extraño que Augusto Ávalos, haya desaparecido de toda escena pública. Que la pobreza “lastimosa”, que dijo conocer, ya no lo hiera. Porque por ahora, no quiere el voto de los pobres. Por lo mismo, le son ajenos; ellos y su suerte. De allí su amnesia.
Formado en el sector empresarial, Augusto Ávalos Longoria, se perfiló como candidato desde la presidencia de la Cámara nacional de la industria de la transformación (CANCINTRA), de Gómez Palacio. Desde ese trampolín, se adueñó después del derechista Consejo Coordinador empresarial de la Laguna de Durango (CCEL), con el apoyo de Carlos Herrera Araluce.
De hecho, Augusto, solicitó primero el apoyo de este personaje de amplio poder, - al interior del PRI, PRD, como del PAN -, antes que del partido blanquiazul. No olvide el lector que, los hermanos Castro Lozano, han recibido de este ex alcalde priísta, vastos sustentos para sus campañas. Así lo hizo Augusto Ávalos.
En realidad, Ávalos Longoria, reúne un pobre andamiaje social, en un municipio habitado por obreros. Por un sector campesino que se resiste a abandonar sus tierras, pese a los embates de los nuevos grandes propietarios rurales. Y un sector popular, tremendamente depauperado; merced a las políticas rapiñeras priístas, ejercidas desde el ayuntamiento y el gobierno del estado.
De manera, que alejado de estos grupos mayoritarios de la ciudad, Ávalos, apostó todo a la dinámica electoral panista generada durante el proceso federal electivo del 2006. Al apoyo de los poderes fácticos municipales; pero también, a un “pacto de caballeros”, con Ricardo Rebollo, “su amigo de toda la vida”, para “no denunciar los puntos oscuros de su desarrollo profesional”. “Haremos una campaña sin ataques (Ávalos, dixit)”.
Pocas e ingenuas herramientas para intentar ganar un ayuntamiento dominado por las fuerzas más amafiadas de la política estatal. Recuerde amable lector, que de los municipios más importantes del estado, - tomando como base su importancia económica -, sólo Gómez Palacio, nunca ha sido ocupado por ninguna oposición. Pero al fin de cuentas, eso no le importó a Ávalos Longoria, es de los mismos, ó, al menos actúa igual. Los ciudadanos no existen, mientras no haya elecciones. Punto.
“Perdió y se fue”, dijeron algunos miembros de las planillas panistas, aludiendo la huida de Ávalos Longoria, con las impugnaciones ya hechas. Incluso fueron más lejos. Revelaron un supuesto convenio de “resarcimiento de pérdidas de campaña”, para Augusto. Es decir, Ricardo Rebollo, habría compensado los gastos de campaña de Ávalos Longoria, para que todos “ganaran”. “Por eso, se fue tan tranquilo”, explicaron estos blanquiazules, militantes de siempre en este partido.
Al margen de los señalamientos de los compañeros del partido de Ávalos, lo cierto es que se esfumó, dejando en claro que todo el discurso que vertió en el proceso electivo, era demagogia. Ni más, ni menos, que los priístas. Por ello, aquellos argumentaciones de que, “a los ciudadanos no les falta honestidad, es a los políticos, (Ávalos, dixit)”, eran peroratas, iguales a todas las que se han escuchado en cualquier proceso electoral.
Por lo pronto, todas las promesas de campaña hechas por Auguto Ávalos, se encuentran registradas, en cintas, videos, hemerotecas, incluso, en la memoria de los miles de ciudadanos que confiaron su voto a este inexperto aspirante; pero él se encuentra ausente; estudiando una maestría, que eleve el poder económico de sus negocios; no de combate a la pobreza o de compromiso en la lucha contra la corrupción del gobierno municipal.
Ávalos, está en lo suyo, ganar dinero y más dinero. La lucha por la presidencia municipal era parte de su inventario de acumulación económica, no de verdaderos “anhelos de servir”.
Así son los políticos. El poder es una circunstancia más de potenciar su riqueza económica. Esperemos que Augusto Ávalos Longoria, no venga a pedir nuevamente el voto. Porque sus chácharas de combate a la injusticia, difícilmente se le creerán.
Así aconteció, con el locutor de Exa 100.3 FM, Jorge Arturo Torres Vargas, - hoy asesor de cabecera del alcalde Ricardo Rebollo-, Francisco “paco” Ramírez, y, ahora, Augusto Ávalos Longoria; quien dijo en campaña que quería remover la estructura priísta, porque había corrupción fuerte, había abuso de autoridad (Ávalos, dixit).
Atrincherados en el partido, los candidatos panistas distan mucho de ser una opción ciudadana; una iniciativa que camine con dinámicas civiles propias; liberta de procesos electorales.
Por el contrario, hasta hoy, los aspirantes panistas retratan una visión de trabajo político de corte electorero de fruslería, excesivamente limitado, extremadamente miope. Estridente y convenenciero.
Para comenzar, a las candidaturas del blanquiazul de la Laguna de Durango, se llega sin más cartas que las recomendaciones o el asentimiento de la familia Castro Lozano; Juan de Dios y Rosario, panistas de larga cola, reiteradamente incriminados con el narco. Si existe algo de militancia de los aspirantes, mejor; si esta no existe, igual; no pasa nada. Sólo hay que llevarla bien con “Chayo Castro”, la mujer de los sombreritos chocarreros.
Los bolillos, obtienen las candidaturas, sin mayor mérito de participación ciudadana. Si acaso existe, la misma se reduce a los organismos cúpula de los empresarios, como aconteció con Augusto Ávalos.
De igual forma, cuenta el entramado de componendas establecidas con las elites partidistas.
La sumisión con los poderes fácticos.
Por eso, pierden y se van, sin mayor consecuencia. En sólo una campaña, disipan sus “anhelos de servir”. Entonces retornan a sus negocios. Este es el camino de los derrotados blanquiazules.
De manera que no es extraño que Augusto Ávalos, haya desaparecido de toda escena pública. Que la pobreza “lastimosa”, que dijo conocer, ya no lo hiera. Porque por ahora, no quiere el voto de los pobres. Por lo mismo, le son ajenos; ellos y su suerte. De allí su amnesia.
Formado en el sector empresarial, Augusto Ávalos Longoria, se perfiló como candidato desde la presidencia de la Cámara nacional de la industria de la transformación (CANCINTRA), de Gómez Palacio. Desde ese trampolín, se adueñó después del derechista Consejo Coordinador empresarial de la Laguna de Durango (CCEL), con el apoyo de Carlos Herrera Araluce.
De hecho, Augusto, solicitó primero el apoyo de este personaje de amplio poder, - al interior del PRI, PRD, como del PAN -, antes que del partido blanquiazul. No olvide el lector que, los hermanos Castro Lozano, han recibido de este ex alcalde priísta, vastos sustentos para sus campañas. Así lo hizo Augusto Ávalos.
En realidad, Ávalos Longoria, reúne un pobre andamiaje social, en un municipio habitado por obreros. Por un sector campesino que se resiste a abandonar sus tierras, pese a los embates de los nuevos grandes propietarios rurales. Y un sector popular, tremendamente depauperado; merced a las políticas rapiñeras priístas, ejercidas desde el ayuntamiento y el gobierno del estado.
De manera, que alejado de estos grupos mayoritarios de la ciudad, Ávalos, apostó todo a la dinámica electoral panista generada durante el proceso federal electivo del 2006. Al apoyo de los poderes fácticos municipales; pero también, a un “pacto de caballeros”, con Ricardo Rebollo, “su amigo de toda la vida”, para “no denunciar los puntos oscuros de su desarrollo profesional”. “Haremos una campaña sin ataques (Ávalos, dixit)”.
Pocas e ingenuas herramientas para intentar ganar un ayuntamiento dominado por las fuerzas más amafiadas de la política estatal. Recuerde amable lector, que de los municipios más importantes del estado, - tomando como base su importancia económica -, sólo Gómez Palacio, nunca ha sido ocupado por ninguna oposición. Pero al fin de cuentas, eso no le importó a Ávalos Longoria, es de los mismos, ó, al menos actúa igual. Los ciudadanos no existen, mientras no haya elecciones. Punto.
“Perdió y se fue”, dijeron algunos miembros de las planillas panistas, aludiendo la huida de Ávalos Longoria, con las impugnaciones ya hechas. Incluso fueron más lejos. Revelaron un supuesto convenio de “resarcimiento de pérdidas de campaña”, para Augusto. Es decir, Ricardo Rebollo, habría compensado los gastos de campaña de Ávalos Longoria, para que todos “ganaran”. “Por eso, se fue tan tranquilo”, explicaron estos blanquiazules, militantes de siempre en este partido.
Al margen de los señalamientos de los compañeros del partido de Ávalos, lo cierto es que se esfumó, dejando en claro que todo el discurso que vertió en el proceso electivo, era demagogia. Ni más, ni menos, que los priístas. Por ello, aquellos argumentaciones de que, “a los ciudadanos no les falta honestidad, es a los políticos, (Ávalos, dixit)”, eran peroratas, iguales a todas las que se han escuchado en cualquier proceso electoral.
Por lo pronto, todas las promesas de campaña hechas por Auguto Ávalos, se encuentran registradas, en cintas, videos, hemerotecas, incluso, en la memoria de los miles de ciudadanos que confiaron su voto a este inexperto aspirante; pero él se encuentra ausente; estudiando una maestría, que eleve el poder económico de sus negocios; no de combate a la pobreza o de compromiso en la lucha contra la corrupción del gobierno municipal.
Ávalos, está en lo suyo, ganar dinero y más dinero. La lucha por la presidencia municipal era parte de su inventario de acumulación económica, no de verdaderos “anhelos de servir”.
Así son los políticos. El poder es una circunstancia más de potenciar su riqueza económica. Esperemos que Augusto Ávalos Longoria, no venga a pedir nuevamente el voto. Porque sus chácharas de combate a la injusticia, difícilmente se le creerán.
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