Josetxo Zaldúa
Publicado: 05/11/2013 23:16
Publicado: 05/11/2013 23:16
Los juveniles mexicanos ya se plantaron en la final del mundial que se celebra en Abu Dhabi. Fue contra viento y marea, después de perder en su partido inaugural (6 a 1) contra Nigeria, equipo que enfrentará en juego de vida o muerte el próximo viernes. Fueron capaces de salir de la depresión y enfilarse con un juego alegre para derrotar en las últimas instancias a Brasil y Argentina, casi nada. Cero pánico escénico y sí mucha pasión y chorros de convicción. Su entrenador, Raúl Gutiérrez, tiene mucho que ver en ese subidón de moral y juego.
Ganar a los nigerianos es otro boleto. Los africanos dan miedo por su fortaleza y porque ya han asumido los conceptos básicos de un juego de asociación. Además de ser aparentemente incansables, manejan ya la bola con un descaro total. Y además se divierten, son capaces de morirse de risa cuando cometen algún fallo clamoroso. No se acomplejan ni se arredran, todo lo contrario. Habría que aprender de ellos.
De unos cuantos años a la fecha el desempeño de las llamadas selecciones “inferiores” mexicanas ha sido impecable. Campeonatos mundiales y, a modo de guinda, campeones olímpicos en Londres derrotando a Brasil con la mano en la cintura. Cabe preguntarse en qué suerte de Triángulo de las Bermudas desaparece el hilo conductor. Esos jóvenes jugadores que derrochan talento y garra van diluyéndose cuando llegan a ligas mayores. Algunos de ellos ya juegan en Europa, asunto meritorio, pero son vilipendiados cuando llegan y juegan con el Tri. Como si de ellos dependiera el futuro de la nación.
El golpe de timón ordenado por Emilio Azcárraga no deja de ser un volado. Pero sea cual sea el desenlace del doble choque contra Nueva Zelanda, su empresa ya quedó a salvo, ya limpió su cara. Dicen que el Tri-América debe ganar sin mayor problema. Puede que así suceda, y puede que el América no gane el campeonato, asunto que nadie criticará porque esa generosa y altruista empresa televisiva primó el interés nacional sobre el particular. Y todos felices.
En el camino, un entrenador llamado Miguel Herrera dejó fuera de su convocatoria a los “europeos” y con ello los puso frente al cadalso. Ellos son los culpables del desaguisado. Sucede que el futbol es una noria: no es difícil imaginar el estado de ánimo de los jugadores “europeos”. En una de esas el ejemplo Carlos Vela cunde y de plano se nieguen a jugar en la selección. Sería una respuesta más que entendible por más que algunos críticos balompédicos hayan llegado al extremo, como sucedió el lunes en un programa de Fox Sports, de negarse a hablar “de ese tipo”, en directa alusión a Vela. Lo asombroso es que se trata de un ex jugador, y muy bueno por cierto. Ese tipo de irracionales comentarios ayudan a incendiar la pradera.
No es buen negocio confundir la patria con otros asuntos que no tengan que ver con temas estratégicos, de seguridad nacional. Sobran las lenguas viperinas que sirven para emponzoñar un ambiente de por sí explosivo. Esto no es una guerra, México no está en riesgo por asuntos relacionados con el futbol. Estamos hablando de un juego, de gente de carne y hueso, sujetos al acierto y al error. ¿Que ganan buen dinero? Sí, y qué bueno. No son culpables de ello. Y decir que se marean porque ganan mucho dinero no deja de ser un insulto al sentido común. Así como los contratan, si no rinden, los despiden. Y ahí no hay sindicato que valga. Es el mercado.
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